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PEDRO J. 45 AÑOS DE DIRECTOR

Diario 16: las aventuras (confesables y no confesables) de un pequeño periódico que acabó amenazando al Gobierno más poderoso

 Una conversación entre Pedro J. Ramírez –director desde 1980 a 1989- y Lucía Méndez –una de las redactoras más jóvenes–, además de una inmersión en los papeles de entonces, sirve para reconstruir aquella peripecia.

Textos Daniel Ramírez
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En aquella redacción, las máquinas de escribir estaban atadas a las mesas por una cadena. Y el director de aquella redacción, cuarenta y cinco años después, tiene una duda: ¿era así para que no se las tiraran entre ellos a la cabeza o para que nadie las mangara? Él, que llegaba a aquel periódico de la calle San Romualdo desde ABC, había visto las dos cosas.

Algún robo, sí, pero también a un redactor de sucesos del diario decano persiguiendo con la máquina de escribir al fotógrafo. No se convirtieron ellos dos en un suceso de milagro.

Primera etapa (1980-1989):

Cada periódico es, en el fondo, un gran suceso. Diario 16 fue un suceso importante en la Historia reciente de España. Y aquel director, nuestro director ahora, también. Pedro J. es un suceso. Nuestro suceso. Unas veces queremos matarlo, otras veces quiere matarnos él a nosotros, unas veces se carga él a algún presidente y otras veces los presidentes lo apiolan a él.

Han pasado cuarenta y cinco años desde aquel junio de 1980 y el director, más conocido en esta casa como herr direktor por sus ademanes germánicos, nos ha pedido tres reportajes. Uno por cada periódico que ha dirigido.

A pesar de que, en sus memorias, dice que el director debe ser “monarca absoluto” de la redacción que gobierna, no quiere que estos fastos tengan pinta norcoreana, así que el recuerdo va a constar de su versión, pero también de alguna cosa comprometida que encontremos y de las palabras de tres mujeres que le suelen rebatir sin despeinarse.

Para esta primera sesión de nostalgia, hemos llamado a Lucía Méndez, que ya saluda a herr direktor en el plató de EL ESPAÑOL, donde los ordenadores no están encadenados a las mesas y los redactores, gracias a la victoria contra el fascismo, tampoco. Además, con estos portátiles tan delgados no se puede matar a nadie.

Nos interesa mucho la perspectiva de Lucía porque ella era una de las redactoras más jóvenes de Diario 16 cuando llegó y tiene ese recuerdo limpio de la inocencia que, poco a poco, se fue encanallando en la galera de un periódico.

Lucía, una chavalita que llegó de Zamora, se encontró ya a mediados de los ochenta con un director poderoso, que apenas cumplidos los treinta había convertido un diario ruinoso en uno que amenazaba con tumbar a Felipe González. Lucía, además, trabajaría con él cuarenta años y, cuando lo mira, se nota que está viendo cosas que los demás no vemos.

Juan Tomás de Salas nombra a Pedro J. Ramírez director de Diario 16
Juan Tomás de Salas nombra a Pedro J. Ramírez director de Diario 16

El principio

Es el 17 de junio de 1980. Pedro J. Ramírez, veintiocho años, ha sido nombrado director de Diario 16. Quizá uno de los más jóvenes de Europa. Es un periódico prácticamente en la ruina, mucho más de lo que su propietario, Juan Tomás de Salas, ha admitido en la conversación que ha sellado el fichaje.

Le ha dicho a Pedro J. que Diario 16 vende 35.000 ejemplares y que se tornará rentable de vender 40.000. La realidad es otra: no vende ni 20.000 y le hará falta alcanzar los 140.000 para lograr el equilibrio.

Pedro J. Ramírez: 45 años de periodismo independiente ¿Y tú, qué historia vas a leer?
Imagen promocional del especial de 45 años de director de Pedro J. Ramírez Imagen promocional del especial de 45 años de director de Pedro J. Ramírez

Aun así, Diario 16 no es cualquier cosa. Es el hermano de Cambio 16, una de las revistas más influyentes de la Transición, que se ha caracterizado por acompasar e impulsar la llegada de las libertades. La gente espera de Diario que sea algo parecido o mejor que Cambio.

Ese prestigio público-clandestino que tiene la revista hace que sea una sorpresa el nombramiento de Ramírez. Le avala un currículum proceloso para la edad que tiene, pero también hay algo de tejemaneje político.

El currículum: ha hecho prácticas en varios periódicos locales –las crónicas siguiendo a Osasuna son, junto a la investigación de los GAL, lo mejor de su carrera–, ha aprendido el oficio en Estados Unidos y, en poco tiempo, se ha convertido en el cronista estrella de ABC.

La sección se llama “Crónica de la Semana” y su elaboración le ha convertido en estrecho confidente de los dos personajes del momento: Adolfo Suárez y Felipe González.

En Estados Unidos, por cierto, ha experimentado una epifanía entrevistando a Ben Bradlee, el legendario editor del Washington Post durante el Watergate. De él se ha traído lo de los tirantes y las camisas de rayas.

Pero vamos con el tejemaneje: andaba Juan Tomás de Salas preocupado por la dirección de Diario 16 y ha sido Joaquín Garrigues Walker, ministro de la UCD, quien le ha empujado a nombrar a su amigo Pedro J. Le ha convencido con sus ideas “liberales y libertarias”, con su percepción del “periodismo norteamericano”. Ha colado.

Él nos lo confirma ahora, en este plató que hemos convertido en Ministerio del Tiempo, cuarenta y cinco años después: “Sí, Joaquín hizo de celestino e intermediario. Su gran empeño fue que me dedicara a la política, que entrara en las listas del sector liberal de UCD, pero yo no he tenido carné de partido ni lo tendré jamás”.

Diario 16 sobre la muerte de Joaquín Garrigues Walker.
Diario 16 sobre la muerte de Joaquín Garrigues Walker
Francisco Fernández Ordoñez, Pedro J, Ramírez y Joaquín Garrigues Walker.
Francisco Fernández Ordoñez, Pedro J, Ramírez y Joaquín Garrigues Walker

Podemos definirlo nosotros con lo que cuenta Cayetana Álvarez de Toledo que Pedro J. le dijo cuando ella le anunció que dejaba El Mundo para irse al PP: “¡Pero cómo te vas a un partido! ¡El periodismo es política sin responsabilidad!”.

Una versión contemporánea de “el único polvo sin responsabilidad es el editorial”, que decía más cáusticamente Manuel Aznar, director de periódicos y abuelo del expresidente.

La toma de posesión de herr direktor, que se ha propuesto superar los 49 años de poder de Fidel, fue el último acto público de Joaquín Garrigues, que morirá poco después por culpa de una leucemia. Ahí se murió casi para siempre la verdadera oportunidad liberal en España.

La redacción

Le preguntamos a Lucía por el Pedro J. de los treinta años y…

–Esperad, esperad. Es que Pedro J. a mí nunca quiso contratarme.

–Sí que empezamos bien. Cuenta, cuenta.

–Oye, yo de eso no me acuerdo –tercia Pedro J.

–Yo había escrito una crónica sobre un caso de transfuguismo en Zamora, que se publicó en Diario 16. Entonces, Juan Tomás me quiso contratar. Tú no querías, Pedro, porque tenías muchas necesidades en esa redacción, que era muy precaria, y te estaban colocando a la chica joven de Zamora.

–Pero, ¿cómo era Pedro J. entonces?

–Puedo contar la primera vez que hablé con él, que hablé contigo [mira ahora a Pedro J.] Estabas sentado al fondo, tras la mesa de tu despacho. Conforme hablabas conmigo, estabas leyendo unos folios, estabas mirando tus cosas, y me dijiste sin levantar la mirada: “Ah, de Zamora, qué bien. ¿Y qué has hecho? ¿Reportajes? Vale, muy bien. Sal ahí, ponte a las órdenes de Juan Carlos Laviana y haz lo que te pida”. Tú eras así, ¿eh?

–Bueno, todo el mundo entra así en una redacción.

–Lo que quiero explicar es que yo me sentía muy pequeña, que estaba muerta de miedo y de vergüenza. A los seis meses de aquello, me volviste a meter al despacho y me dijiste que era una gran periodista y que querías que hiciese información en el Congreso.

Presentados los personajes, podemos volver a junio de 1980, a la redacción de la calle San Romualdo. Hay que acceder por unas calles sin asfaltar. El suelo del periódico es de cemento y la imprenta está en la misma planta que la redacción. La llaman “señorita Pepis”, y es más bien una multicopista grande.

España tiene dos años de edad constitucional. Gobierna Adolfo Suárez, pero nuestro kennediano presidente ha perdido su atractivo. Los medios de izquierdas y derechas hablan de los días del “desencanto”.

ETA mata a mansalva, los militares se sienten indefensos; muchos de ellos alientan el golpe y encuentran apoyo en los sectores franquistas de la sociedad.

Las emisoras más escuchadas son Radio Nacional y Cadena Ser. En Barcelona, suena Radio Miramar. En Madrid, Radio España. Los diarios más leídos, por este orden, son: El País, ABC, La Vanguardia, Ya, Pueblo… y Diario 16.

Le han dado a José Luis Garci un Óscar por Volver a empezar. Y es un título que hace de metáfora de España. Todo está empezando de nuevo. Pese al terrorismo, pese al golpismo. La sensación es de un comienzo absoluto. Y los comienzos abruptos requieren recambios generacionales.

Así se explica que la chavalería alcance puestos de mando sin cumplir los treinta. Una de aquellas noches le llama Javier Solana a Pedro J: “A ti te han hecho director, a mí me han nombrado ministro y al Garci le han dado un Óscar".

–A mediados de los setenta, España estaba todavía en el aparcamiento trasero, por no decir en el basurero de la Historia –dice Pedro J.–. Los estertores del franquismo, con los fusilamientos y la represión, habían sido terribles. De repente, un español ganaba el Óscar a la mejor película extranjera. Un chaval que había estado manifestándose en la calle hasta hacía dos días era ministro.

¿Y cómo era la redacción de Diario 16? Aquella redacción pintada de amarillo. ¿Amarillista? Luego diremos. ¿Quiénes habitaban ese barco que se adentraba en la tierra incógnita de la democracia?

Porque Pedro J. y Lucía formaban parte de una generación que aprendió a convivir con lo que Fernández Úbeda llamó en su libro sobre el diario Pueblo “nido de piratas”. Aquellos periodistas bebedores, bohemios, iracundos, estrafalarios…

–Lucía, ¿cómo era la redacción?

–La gente gritaba. Una vez, vi a uno enfadadísimo blandiendo las tijeras. Y Pedro, tú, Pedro, pues tirabas las cosas al suelo.

–¿Qué cosas tiraba? –intervenimos nosotros.

–Lo que tuviera en la mano. Bolígrafos, libros, papeles… Si se cabreaba, lo tiraba todo al suelo. Pero fijaos… En el fondo, la redacción era una familia, una casa. Un lugar, eso sí, donde las jerarquías estaban muy marcadas. Los mayores nos enseñaban el oficio a los jóvenes. Les respetábamos mucho. Tenían una gran autoridad. Lo que decían era palabra de Dios.

En ese contexto, en el del nido de piratas, el director de 28 años toma dos decisiones que le generan enemigos: prohibir el alcohol en las redacciones y abolir el domingo como día de fiesta. Diario 16 empieza a publicarse el lunes y, pronto, se disuelve La Hoja del Lunes. Hasta entonces, todos libraban.

Empecemos por lo del alcohol.

–¿Te respetaron siendo tan joven cuando les prohibiste beber?

–Eso lo decidí nada más llegar.

–Pero, ¿cómo lo hiciste? ¿Llegaste allí y dijiste… “aquí no se bebe más”?

–No recuerdo los detalles, pero imagino que sería algo así. Tenéis que tener en cuenta que aquello estaba al borde de irse a pique, ellos sabían que estaban desahuciados, que era la última oportunidad. Veníamos de una cultura en la que mi antecesor…

–Cuenta, cuenta.

–Vaya por delante que le tengo un aprecio infinito. Pero me contaron que, como había unas duchas en la redacción, él se paseaba por ahí en albornoz.

–¡Como si fuera malo pasear en albornoz!

–Yo puedo contaros algo que me pasó al llegar para que entendáis el ambiente –dice Lucía.

–Venga.

–Pues resulta que fui un día a que me pintaran la página en Diseño y uno de los que estaba allí me dijo: “¿Tienes que hacer algo esta noche? Es que vamos a dar una fiesta en mi casa”. Yo contesté algo tímida: “No sé…”. Y me respondió: “No te preocupes. Tú vente y, si te aburres, te vistes y te vas”. ¡Tal cual!

–¡Joder! –se le escapa a Pedro J.

–Es muy difícil de entender hoy, pero aquello era así y lo vivíamos con naturalidad. Era como una especie de comuna.

–Los valores que impregnaban la sociedad española se reflejaban en el periodismo, claro. Y muchas veces había racismo y machismo hasta la saciedad.

Conspiraciones

–Otra cosa muy importante de esa redacción y de las demás son las conspiraciones –explica Lucía.

–¿Cómo eran las conspiraciones?

–En los periódicos, mucha gente tiene la aspiración de ser director. Tú, Pedro, como has sido director tantos años, igual no has estado tan pendiente de estas cosas, pero yo lo he visto.

–Oye, que me han echado de dos periódicos –dice Pedro J.

–Ya sabrás, Lucía, que aquí tiene el 51% de las acciones para que no podamos apiolarlo –decimos nosotros.

–Para que lo entendáis –sigue Lucía mirándonos a nosotros–. Aquello era como un barco en altamar. Ya sabéis, por las películas, cómo se conspira en esos sitios. La intensidad con la que se vive, la cercanía… Él lo asumía con naturalidad, sabía que pasaba y, de vez en cuando, algo hacía. Por ejemplo, en El Mundo cerró el comedor porque era allí donde se conspiraba.

–No me acuerdo de eso.

–Yo sí.

–En Diario 16 –apunta herr direktor– había habido cinco directores. Tras mi marcha, debió de haber otros cuatro o cinco. En El Mundo pasó algo parecido. El director es el fusible que salta cuando hay problemas entre la propiedad y el poder. Ser el accionista mayoritario es la solución que he encontrado para dar estabilidad al proyecto.

«Pero yo llegué a Diario 16 con la Constitución en vigor y pensé que el derecho de los ciudadanos a la información nos amparaba. La Constitución no dice: “Los ciudadanos tienen derecho a recibir información… menos el lunes por la mañana”»

- Pedro J. Ramírez

–Hablemos ahora de la otra decisión polémica: el asesinato de La Hoja del Lunes.

–La Hoja del Lunes estaba editada por las asociaciones de la prensa y eran unos periódicos malísimos que no daban ninguna información política relevante. Se centraban en el deporte. La gente las compraba para ver los resultados de los partidos del día anterior.

–Estaba prohibido por ley publicar periódicos el lunes por la mañana.

–Sí. Pero yo llegué a Diario 16 con la Constitución en vigor y pensé que el derecho de los ciudadanos a la información nos amparaba. La Constitución no dice: “Los ciudadanos tienen derecho a recibir información… menos el lunes por la mañana”. Hubo denuncias.

–¿De quién?

–Luis María Anson, entonces presidente de la Asociación de la Prensa, nos denunció. Las Hojas del Lunes eran un negociete que tenían montado los directivos de las asociaciones. Decían que era para financiar el seguro médico y no sé qué, pero se acababan traduciendo en unos enjundiosos sobresueldos.

–Los demás periódicos secundaron a Diario 16 y se acabó la anomalía –anota Lucía.

La línea editorial

Si uno cuyos padres ni siquiera se habían conocido entonces –como es nuestro caso– le pregunta a la Inteligencia Artificial cuál era la línea editorial de Diario 16, obtiene por respuesta más o menos esto: radical de centro-izquierda.

Lucía dice que no comparte el adjetivo de “radical” y a Pedro J. no le convence el de “centro-izquierda”. Pero vamos a ver cómo la Inteligencia Artificial tiene razón. Diario 16, pese a la cercanía que había tenido Pedro J. con Suárez, se convirtió en muy poco tiempo en un duro azote del Gobierno.

Los textos de la redacción, pero también las cartas del director, eran durísimos contra el presidente. Incluso en lo personal. Cuando se los mostramos a herr direktor, aunque no lo verbaliza, percibimos en su gesto algo de arrepentimiento por ciertos adjetivos propinados a Suárez.

“Creo que la palabra es heterodoxia. Sí fuimos radicales, por ejemplo, en relación al golpismo militar. Y eso nos provocó dos situaciones que luego comentaremos. Fuimos también un periódico identificado con la contracultura”.

- Pedro J. Ramírez

Del mismo modo, Diario 16 sintonizó con Felipe González y, aunque no se compartía estrictamente la idea socialdemócrata, sí se suscribía la mayoría de propuestas modernizadoras que impulsaba el líder de la chaqueta de pana.

“Lo que sí era –explica Lucía–… era un periódico muy vivo, mucho más que los otros. En la forma, en el tono. El País ya tenía la idea de convertirse en una especie de ministerio y los diarios conservadores eran lo que eran. Diario 16 era un medio de tendencia”.

“Creo que la palabra es heterodoxia –interviene Pedro J.–. Sí fuimos radicales, por ejemplo, en relación al golpismo militar. Y eso nos provocó dos situaciones que luego comentaremos. Fuimos también un periódico identificado con la contracultura”.

Tenemos encima de la mesa un número del suplemento cultural, cuyo nombre, Disidencias, ya lo dice casi todo. Andaban por ahí Fernando Sánchez Dragó, Carmen Rico Godoy, Fernando Arrabal, Haro Ibars, Leopoldo Alas, Manolo Hidalgo… Diario 16, basta con echar un vistazo, fue el periódico de La Movida.

Pedro J. asume la dirección de Diario 16 el 17 de junio de 1980.
Pedro J. asume la dirección de Diario 16 el 17 de junio de 1980

¿Amarillismo?

Una de las críticas que más se vertió contra Diario 16 en aquel tiempo, desde uno y otro lado del río, fue la del “amarillismo”. Se dibujaba al 'pedrojotismo' naciente como amarillista.

Le preguntaron a Umbral y respondió: “Claro que Pedro J. es amarillismo, pero amarillismo del bueno”. El portavoz del Gobierno de Felipe, Eduardo Sotillos, lo definió como “basura amarilla”.

–¿Era amarillismo? ¿Eres amarillista?

–Como decía el jefe de talleres cuando nos pedían parecernos a El País… “Con un pito y un tambor, vamos a competir con el diario del establishment”. Teníamos la redacción que teníamos, los talleres que teníamos…

–Pues tú, todos los días, nos decías que con un pito y un tambor teníamos que hacer un periódico mejor que el resto: “Somos pocos, pero somos mejores”. Lo repetías una y otra vez.

–Fuimos muy creativos, muy apelativos, con muchas ‘portadas-cartel’. Recuerdo la de la victoria del 82, con Felipe González y la uve de la victoria. La de “Satisfaction” tras el concierto de los Rolling en Madrid. La de “Fracasó el golpe” del 23-F. Buscábamos el impacto, pero con noticias consistentes y verdaderas.

La relación con la UCD

Esto ha sido, más o menos, un retrato apresurado de la llegada a la dirección, de la redacción, de la línea editorial… Pero nos falta lo más importante: la sucesión de acontecimientos históricos que tuvieron que enfrentar los del pito y el tambor.

Lo primero, la relación con lo que Márquez Reviriego, uno de los grandes cronistas de la Transición, llamaba “el adolfato”, los gobiernos de Suárez, el poder de la UCD, ya declinante en aquel 1980 y amenazado por el golpismo.

–Lucía, ¿cómo era la relación con aquellos políticos reformistas? Creían en la Transición, claro, pero venían de un tiempo donde la prensa no publicaba cosas en contra del Gobierno.

–Yo era muy joven, empezaba a hacer mis primeras crónicas. Era un mundo que tenía reglas. Había respeto entre los políticos y los periodistas. Un respeto mutuo, que iba desde el presidente hasta el diputado y desde el director hasta el becario. Cuando llegabas a los sitios, interiorizabas esas reglas de saber estar de manera natural.

–Eso era así porque unos y otros respetábamos el papel constitucional que nos daba la Carta de 1978, recién aprobada.

–Con Suárez pronto se rompió el amor, qué artículos tan bárbaros –provocamos.

–Éramos, ante todo, periodistas. Contábamos lo que pasaba: los problemas que tenía en el partido, la fragilidad del Gobierno, la amenaza de los militares… Era una persona muy desprestigiada en ese momento –dice Pedro J.

–Pero fíjate –apunta Lucía–, a pesar de todas esas críticas, Suárez jamás arremetió virulentamente contra la prensa. Siempre fue muy educado. Jamás rompía.

La monarquía

–Tenemos que hablar de la monarquía. ¿Qué hay de cierto sobre ese pacto según el cual los directores de periódico protegíais las andanzas de Juan Carlos I para que no afectaran al sistema?

Juan Tomás de Salas nombra a Pedro J. Ramírez director de Diario 16
Juan Carlos I, primer jefe de Estado español en visitar la URSS (mayo, 1984)

–Es al 100% cierto –se adelanta Lucía–. El Rey no era el Rey, no era Juan Carlos I. Era la encarnación de la democracia. Fue muy hábil labrándose esa imagen.

–En los ochenta, en esta etapa de Diario 16, no habían trascendido noticias significativas. Yo no recuerdo haber tenido sobre la mesa un informe sobre comisiones o algo parecido. Pero, cuando el golpe, creo que sí aportamos los datos de la operación Armada, que le vinculaba con una participación en la atmósfera del golpe blando. Luego lo comentamos.

–El tabú, entonces, se rompe en los noventa.

–Sí, cuando publiqué ya en El Mundo un artículo titulado “Un verano en Mallorca”, que fue el hilo del que salieron tantos ovillos.

El 23-F

Y llegó el 23 de febrero de 1981. Aquel episodio y su relación con Diario 16 darían para un libro entero. Porque Diario 16 vivió dos 23-F. El primero fue el de todos, el del Congreso.

Tejero entra, pistola en mano, en el Congreso.
Tejero entra, pistola en mano, en el Congreso
 La primera edición de 'Diario 16' llegó junto al palacio de las Cortes la madrugada del 24 de febrero del '81.
La primera edición de Diario 16 llegó junto al palacio de las Cortes la madrugada del 24 de febrero de 1981
Juan Tomás de Salas nombra a Pedro J. Ramírez director de Diario 16
Juan Tomás de Salas nombra a Pedro J. Ramírez director de Diario 16.

Aquella noche, Pedro J. y Cebrián compartieron por fax sus editoriales antes de ponerlos en la calle. Los dos periódicos, todavía con el golpe en marcha, se repartieron en los alrededores del Hotel Palace, junto al Congreso.

Tenía algo de Aquí no hay quien viva la cosa porque eran vecinos de Diario 16 los colegas de El Alcázar. Uno de sus periodistas más conocidos, Juan Blanco, escribió que escupiría a Pedro J. en la cara si se lo encontraba en el ascensor. Pero no se cruzaron.

Estaban debatiendo en asamblea, en la redacción de Diario 16, qué hacer frente a un chantaje de ETA: la liberación de un secuestrado a cambio de publicar las denuncias de torturas policiales que recogía un informe de Amnistía Internacional. En ese instante, el teletipista apareció con un papel en la mano: guardias civiles habían irrumpido armados en el Congreso.

Al rato, llegó el Guti, José Luis Gutiérrez, que aportó los detalles de sus señorías tiradas por el suelo. “¡Todo el mundo al suelo!”, repetía. Fueron apareciendo todos los empleados del diario para arrimar el hombro, como el que acude a retirar escombros tras una catástrofe natural.

Se imprimieron dos ediciones. Una antes del mensaje del Rey y otra después. Cambiaba el tiempo verbal: del “fracasa el golpe” a “fracasó el golpe”.

Pero estaba por producirse el segundo 23-F para la redacción de Diario 16. Para estrenar el juicio contra los golpistas, se publicó en portada un reportaje titulado “Así asaltamos el Parlamento”, que firmaba Adolfo Salvador. Era la intrahistoria de la operación, con diálogos entre los implicados incluidos.

Aquello soliviantó a los militares que iban a ser juzgados. Hasta el punto de que amenazaron con no entrar en la sala si estaba presente el director de Diario 16. Pese a los derechos que recogía la Constitución, el tribunal se arredró y expulsó a Pedro J. del recinto. Sólo Miguel Ángel Aguilar salió con él en gesto de solidaridad.

Pedro J. Ramírez expulsado del juicio del 23-F (23 feb. 1982).
Pedro J. Ramírez expulsado del juicio del 23-F (23 feb. 1982)

Cuenta herr direktor algo interesante relacionado con una especie de censura-autocensura. Aquellos días, el presidente Leopoldo Calvo-Sotelo reunió a los directores de los periódicos más importantes para pedirles contención y autocensura. Pedro J. dice que se negó. Lo que no quería el presidente era que se hiciera ruido pidiendo condenas más altas de las que iba a dictar el tribunal militar.

Finalmente, al Gobierno también le parecieron penas insuficientes y el Tribunal Supremo –el poder judicial, no ya el militar; el matiz es muy importante– las acabó aumentando.

Y para terminar los días del golpe podríamos añadir un tercer 23-F. Tenía Manu Leguineche una agencia de noticias a la que estaban suscritos varios diarios de provincias y Diario 16. Leguineche consiguió el sumario que daba cuenta de las relaciones entre los golpistas. Se vislumbraba la relación Armada-Juan Carlos I, la tesis del golpe blando.

Es decir: un Juan Carlos no implicado en lo de Tejero, pero sí valedor de Armada en caso de que éste, previo engaño, se presentara en el Congreso como salvador nacional frente a un hipotético golpe militar.

El engaño de Armada fue ese: logró el apoyo del Rey para reconducir un golpe que estaba dando él mismo.

Diario 16, pese a las presiones recibidas, decidió publicar el reportaje de la agencia de Leguineche. La policía se presentó por la noche en la redacción para detener la rotativa. Pero Alberto Otaño, el responsable del diario en ese instante, se negó a frenar la impresión. “Muéstrenme el papelito”, repitió irreductible. El periódico se imprimió y fue secuestrado.

Los policías se agarraron a la ley de censura… ¡de 1966! “Tienen ustedes que entregar el número en censura previa”. ¡Si ya ni siquiera había donde entregarlo! Finalmente, el periódico salió a la calle.

El felipismo

Llegó la victoria de 1982, los años del felipismo. Se atribuye a este director el lanzamiento del término. Apareció Pedro J. en una entrevista con Mercedes Milá pidiendo apoyo para ese proyecto político que, sin ser el suyo, se convertía en una representación encarnada de la gran mayoría de españoles que quería modernizar España.

Felipe, que tenía una relación más que cordial con Pedro J., que había sido su fuente, le llamó para darle las gracias por aquellas palabras en la televisión. Consignamos esto porque, para entender el punto de llegada, hay que comprender el punto de partida.

Pero no vayamos tan rápido. Empecemos analizando el cambio de gobierno.

–¿Cómo fue la llegada de aquella mayoría absoluta?

–Felipe no era un político. Felipe era Dios, como bien dijo en aquellas grabaciones Txiki Benegas. Parece una bobada, un tópico, decir esto. ¡Pero es que lo era! –cuenta Lucía–. En el Congreso, parecía caminar sobre las aguas y los diputados le hacían reverencias. Ni al Rey ahora. Felipe tenía un halo divino.

Pedro J. Ramírez en el despacho del presidente Felipe Gonzalez, en La Moncloa, en octubre del 86.
Pedro J. Ramírez en el despacho del presidente Felipe Gonzalez, en La Moncloa, en octubre del 86

–¿De verdad era para tanto?

–A Felipe González y Alfonso Guerra no se les acercaban los periodistas corriendo para montarles un corrillo en el Congreso. Ojo, eso no quiere decir que no hubiera un respeto exquisito en el trato, como lo hubo con la UCD. Pero era distinto. Ellos estaban crecidos por la mayoría absoluta –sigue Lucía.

–Mi relación con Felipe, como sabéis, venía siendo muy buena desde los años de ABC. Aunque habíamos tenido altibajos, seguimos manteniendo la cordialidad hasta 1985, cuando me dio una larga entrevista donde hizo un análisis de lo que había sido su gobierno –dice Pedro J.

–¿Y qué análisis hizo?

–Recuerdo perfectamente el titular: “La dosis de cambio ha sido suficiente”. Aquello demostraba su evolución en el poder. Lo siguiente fue el referéndum para refrendar su cambio de postura: permanecer en la OTAN cuando había preconizado lo contrario. Pero todo se estropeó con los GAL.

–Con la OTAN y con la plena integración en Europa, ¿cuál fue la línea del periódico?

–De apoyo, por supuesto. El Gobierno de González acertó y gestionó bien esas dos cuestiones tan importantes. En Diario 16, ocurría que yo apoyaba a Moncloa por la entrada en la OTAN y Federico Jiménez Losantos, el jefe de Opinión, me decía que no lo hiciera porque eso suponía hacerle el juego al Gobierno.

–Un poco lo de Fraga.

–Exacto. Fraga acabó pidiendo la abstención a sus votantes porque creía que, si el referéndum prosperaba, González salía más fuerte. Eso era cierto, pero mucho más importante era que España permaneciera en la Alianza Atlántica. ¡Fraga, que era atlantista de bombín y paraguas por sus tiempos de embajador en Londres!

ETA y los GAL

Fueron los años de plomo. ETA mataba a mansalva. Hacía tiempo que se había desplomado aquel mito abertzale según el cual la banda terrorista tenía su razón de ser en la lucha contra el franquismo. ETA mataba más en democracia que con Franco.

Muchos periodistas estuvieron amenazados. Algunos fueron asesinados. Hemos contado hace poco en este periódico la historia de José Luis López de Lacalle, veterano antifranquista asesinado por oponerse al terror con sus artículos escritos desde Andoain.

–¿Cómo era hacer periodismo estando amenazada, Lucía?

–Recuerdo que ETA casi siempre mataba muy pronto por la mañana. Te despertabas con el asesinato en la radio. Visto con perspectiva, me asombra la naturalidad con que la sociedad española asumía la clandestinidad que se daba a muchos de esos entierros en el País Vasco por culpa del terror.

–A ti, Pedro, estuvieron a punto de matarte en el año 85.

–¡Un compañero de colegio! Prepararon el atentado a la salida de un partido del Estudiantes, pero no fui y me libré. Me contó todos los detalles, muchos años después, uno de los miembros del comando, el arrepentido Soares Gamboa. Fue elegido para la misión porque me conocía del colegio, habíamos ido juntos a los maristas.

–Lo entrevistaste en la tele.

–La película La infiltrada refleja muy bien la profunda estupidez que caracterizaba a los activistas de ETA. Ese fanatismo que te hace perder cualquier capacidad de razonamiento. Quienes mataron a López de Lacalle no leían sus artículos. Yo le pregunté a Soares Gamboa: “¿Por qué quisisteis matarme?”. Respondió: “Porque lo decía la organización”.

En ese contexto, comenzaron las investigaciones sobre el terrorismo de Estado, lo que fue interpretado por el Gobierno como un boicot a la lucha contra ETA. Fue un mensaje que caló en amplios sectores de la sociedad, mucho más amplios de lo que hoy se pudiera pensar.

Julio Feo, mano derecha de Felipe González, contó en una entrevista con este diario que los atentados de los GAL eran celebrados con champán en algunos bares del barrio de Salamanca, en Madrid.

–¿Cómo fueron las primeras presiones?

–Decían que le hacíamos el juego a ETA. En la famosa discusión que tuve con Felipe el Día de la Constitución de 1987, en el Congreso… Me dijo señalándome al pecho: “Cuando ellos dejen de matarnos a nosotros, nosotros dejaremos de matarles a ellos”.

González reprende a Pedro J. Ramírez en el Congreso (1987) por un reportaje sobre los GAL.
González reprende a Pedro J. Ramírez en el Congreso (1987) por un reportaje sobre los GAL.
González reprende a Pedro J. Ramírez en el Congreso (1987) por un reportaje sobre los GAL

–La conversación sería más amplia.

–Sí. Él empezó diciendo: “ETA tiene dos periódicos. Egin y Diario 16”. Estaban empeñados en que los artículos de Melchor Miralles favorecían a ETA. Tuve una discusión con el Rey al respecto. Le dije que, aunque fuera solo por lo que hizo Jaime Miralles, el padre de Melchor, por don Juan [el padre de Juan Carlos I], debería darle el beneficio de la duda y no creerse esas calumnias que difundía el Gobierno.

Las investigaciones en Diario 16 empezaron gracias a un periodista genial, que siendo muy joven ya era como los viejos sabuesos americanos: Ricardo Arques. Ricardo, fallecido este año de un cáncer a los 64, tenía una garganta profunda en la banda de mercenarios que dirigía el comisario José Amedo.

Comenzó a publicar sus hallazgos en Deia, donde trabajaba, pero la dirección le frenó. Le dijeron que tenían miedo a que los GAL pusieran una bomba en la redacción.

Pero muchos años después Arques encontraría otra versión. Uno de aquellos días, Amedo tuvo un accidente de coche en Euskadi. Le constaba a Arques que la Ertzaintza encontró mucha documentación. ¿Y si eso sirvió al PNV para cambiar cromos con el Gobierno central? Fue una tesis que manejó, pero que no pudo confirmar.

El caso es que Arques llegó a Madrid, donde fue contratado inmediatamente. Se puso a trabajar codo a codo con Melchor Miralles. Los dos serían la pareja de periodistas que destaparía el Watergate español.

–¿Cómo recuerdas esos días en la redacción, Lucía?

–Yo era una espectadora privilegiada de cómo se cocían esas informaciones. Era una cuestión estratégica. Era la prioridad; todos volcados. Hoy parece evidente, pero no sabíamos hasta dónde podía llegar aquello.

–Hicimos una apuesta de recursos y de dinero muy grande porque, efectivamente, no sabíamos hasta dónde podía llegar la historia –interviene Pedro J.

–Sería clave lo del zulo, ¿no?

–Sí. En aquel zulo de Francia, Ricardo Arques y Melchor Miralles encontraron la pistola, la peluca de la dama negra, las balas, las fotos de los confidentes, toda esa documentación… Empezó a desencadenarse mi destitución.

Imagen promocional del especial de 45 años de director de Pedro J. Ramírez
Pedro J. Ramírez: 45 años de periodismo independiente ¿Y tú, qué historia vas a leer?

La destitución

Como bien apunta Lucía, no fueron solo los GAL. La relación entre Pedro J. y Juan Tomás de Salas ya se había agriado mucho tiempo antes. De hecho, Pedro J. se planteó aceptar una oferta de Polanco y Cebrián para dirigir la revista El Globo, que Prisa pretendía convertir en hermana de L’Express o algo parecido.

Tentaron a Pedro J. diciéndole que, si aquello funcionaba, podría incluso suceder a Cebrián al frente de El País. Juan Tomás de Salas, que se enteró, rebajó sus presiones y le dio una última oportunidad. Esa última oportunidad terminó con las revelaciones de los GAL en portada.

Juan Tomás –explica Lucía– formaba parte de lo que entonces se llamaba “la beautiful people”, la versión culta y seductora del gobierno socialista. Ese poder atmosférico presionó una y otra vez a Juan Tomás. Hasta que Juan Tomás cedió y se cargó al director.

El desencadenante fue propio de una serie de televisión y reúne a los dos protagonistas que están sentados hoy en este plató. Lucía publicó una crónica desde el Congreso sobre la comparecencia del entonces ministro de Cultura, Jorge Semprún. Recogió los improperios que vertió el escritor –nada frecuentes en él– contra Diario 16.

En la redacción, cuando leyeron la crónica de Lucía, se puso en marcha un editorial. Lo escribió Manuel Hidalgo y se tituló “La rosa y el capullo”. La rosa era el PSOE, claro, y el capullo… Semprún.

Esa noche, la anterior a que saliera el diario, fue a cenar Juan Tomás de Salas, ya es mala suerte, con Jorge Semprún. Al terminar, siguiendo la tradición de muchos poderosos entonces, se acercaron a un Vips a comprar la prensa. Zas. Ahí estaba, con letras negras y gruesas: “La rosa y el capullo”.

Juan Tomás de Salas montó en cólera y decidió que ya no había vuelta atrás. Se cargó al director.

Lucía recuerda fotográficamente la despedida en la redacción.

–¿Cómo fue?

–Se subió en una mesa y nos dijo: “Yo soy vosotros”.

–Joder, y luego el que se creía Dios era Felipe González –apuntamos.

–Bueno, es que Pedro J. tenía esas cosas del periodismo como misión y tal. Lo dijo abrazándose a sí mismo, como mostrándonos el abrazo.

–Fue dramático –dice él, que fue actor de teatro en la universidad–. La situación era dramática. Yo creía y creo en esa misión periodística. Está delegado en nosotros ese derecho que la Constitución otorga a todos los ciudadanos. Todos los que estábamos allí sabíamos que no me echaban a mí, a Pedro J. Estaban truncando una investigación que revelaba la existencia de un terrorismo de Estado. Lo diré hasta el día que me muera: “El periodismo es una forma de vivir”.

“Todos los que estábamos allí sabíamos que no me echaban a mí, a Pedro J. Estaban truncando una investigación que revelaba la existencia de un terrorismo de Estado. Lo diré hasta el día que me muera: “El periodismo es una forma de vivir”

- Lucía Méndez

–Las 24 horas, los siete días de la semana y los 365 días del año, según tú –dice Lucía.

–Sí –contesta él.

Y nosotros qué vamos a hacer, pues nos jodemos cuando es fin de semana o festivo.

–No conozco ningún buen periodista que lo sea a tiempo parcial –sigue Pedro J.

–Quizá haya que reparar en que esa intensidad no puede mantenerse todo el tiempo. Tú sí, ¿eh? Pero los demás, no –contesta Lucía.

Portada del artículo “Adiós a Camelot”, título de la novela de Pedro J. Ramírez que narra la historia del diario 16.
Portada del artículo “Adiós a Camelot”, título de la novela de Pedro J. Ramírez que narra la historia del diario 16.
Portada del artículo “Adiós a Camelot”, título de la novela de Pedro J. Ramírez que narra la historia del Diario 16

Pedro J. se ríe. Nosotros nos reímos de manera… nerviosa. Se inicia un debate sobre la profesión y los derechos humanos. Sería muy largo de transcribir y atañe a asuntos distintos al de Diario 16. Además, a estas alturas del texto, que ya lleva catorce folios, es mejor ejercer los derechos humanos que transcribirlos.

Pronto, segunda entrega: la etapa de El Mundo.

Entrevista completa

45 años de director Pedro J. Ramírez.
Primera etapa: Diario 16 (1980-1989).