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PEDRO J. 45 AÑOS DE DIRECTOR

El Mundo: la pendiente vertiginosa de publicar mil y un escándalos de corrupción… contada desde dentro

Una conversación entre Pedro J. Ramírez –director desde 1989 a 2014- y María Peral –responsable de la información de tribunales–, además de una inmersión en los papeles de entonces, sirve para reconstruir aquella aventura.

Textos Daniel Ramírez
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Allá por el siglo XV, cuando no había nacido siquiera nuestro director, sucedió una cosa muy rara en el monasterio de El Paular. Un mendigo se murió de frío a las puertas del cenobio. Los monjes, caritativos, lo enterraron en el claustro reservado para ellos.

Pero esa noche, la del entierro, y también las siguientes, aparecía por allí un perro envuelto en llamas. Símbolo de que el espíritu del pobre mendigo no encontraba la paz. Entonces, a los monjes se les pasó la caridad de golpe. Desenterraron al mendigo y lo arrojaron a la alberca del huerto.

Segunda etapa (1989-2014):

No hubo manera. Desapareció el perro en llamas, pero por la noche se seguían oyendo sus ladridos. Los monjes, de nuevo caritativos, ofrecieron una misa en todos los conventos cartujos y cesaron al fin los ladridos, las llamas y todo.

Se conoce la leyenda como la del “perro flamígero”. Si a aquellos monjes les hubieran dicho que allí, en El Paular, iba a presentarse otro perro de fuego, lo habrían creído. Pero si les hubieran dicho que tropecientos años después allí iba a fundarse un periódico, no se lo habrían creído ni por el forro.

Sería, en el fondo, la continuación del perro flamígero. Porque eso era herr direktor para el Gobierno de entonces. Año 1989.

Esta segunda entrega es todavía más vertiginosa que la anterior: dura veinticinco años y en ella desembocaron lo que en Diario 16 habían sido meros destellos de la ardiente oscuridad del felipismo: la corrupción y el terrorismo de Estado.

En este cuarto de siglo, las dos tramas representarán su función completa, condenas de cárcel incluidas, y dará tiempo a que, al otro lado del río, en la derecha, afloren el fango, los sobres… y otra decapitación.

Seguro que fue una tragedia, seguro que lo pasó mal, pero Pedro J. se nos sienta enfrente, ya preparado para un nuevo desnudo –metafórico–, y le notamos a la legua el placer retrospectivo que le produce haber sido apiolado por el PP y el PSOE. Es el carné soñado por cualquier periodista.

Invitamos a la conversación a María Peral, hoy adjunta al director de EL ESPAÑOL, adjunta a nuestro Robespierre ya casi desde siempre. Una de las que mejor lo conoce y, seguro, la que mejores broncas le echa. Aunque a ella le repatea que lo digamos, en el gremio se sabe de la existencia de la “sala de lo peral”. Siempre es la primera en publicar cuando se trata de tribunales.

El testimonio de Peral, nuestra Peralson, es doblemente interesante porque, cuando nacía El Mundo, ella escribía en el periódico que más miedo tenía a Pedro J: ABC. Porque, aunque la competición frontal fuera con El País, a quien podía robar más lectores herr direktor era al ABC.

Ahora sí podemos empezar.

Balbino Fraga,  Alfonso de Salas, Pedro J. Ramírez y Juan González en 1989, año fundacional de El Mundo.
Balbino Fraga,  Alfonso de Salas, Pedro J. Ramírez y Juan González en 1989, año fundacional de El Mundo.
Balbino Fraga, Alfonso de Salas, Pedro J. Ramírez y Juan González en 1989, año fundacional de El Mundo.

El nombre y la pasta

Estaba todavía caliente la cicatriz de Pedro J. en el pescuezo. Diario 16 era pasado y él ya buscaba dinero para levantar un nuevo periódico. Se encargaron de eso, de la pasta, Ramírez, Alfonso de Salas –hermano de Juan Tomás, Caín o Abel según se mire– y Balbino Fraga.

Pedro J. Ramírez: 45 años de periodismo independiente ¿Y tú, qué historia vas a leer?
Imagen promocional del especial de 45 años de director de Pedro J. Ramírez Imagen promocional del especial de 45 años de director de Pedro J. Ramírez

Paralelamente, se formó un grupo de periodistas llamado “el Directorio”. A nosotros, veinticinco años después, nos suena a la dictadura de Primo de Rivera. Así se llamaba aquello también, “el Directorio”, pero herr direktor nos cuenta que lo acuñó por la Revolución Francesa, cuando tras el golpe de Termidor se empezaron a acuñar esos directorios colegiados “y triunviros” –no tiene que ver con enfermedades– donde empezaba a practicarse el debate.

Herr direktor quería un directorio revolucionario y discutidor.

“¡El Ojo, señorito, El Ojo!”, le decía Umbral a Pedro J. por los campos de Carabaña. Pero a Pedro J. no le convencía nada ese nombre para la nueva cabecera. La palabra “ojo” puesta en boca de Umbral tenía muchas más probabilidades de sonar a orificio que a retina. Demasiado arriesgado. Habría parecido el prólogo a OnlyFans.

Herr direktor es un competidor enfermizo. Cuando era niño, en los Maristas de Logroño, no estudiaba demasiado. Se conformaba con ser clase media. Hasta que el profesor los colocaba a todos de pie, en círculos, para hacerles preguntas. El que fallaba se sentaba. Sólo uno podía quedar de pie.

Ahí, sí, Pedro J. se esforzaba.

Lanzar el nuevo periódico se trataba de eso; de quedar de pie. Como las dos palabras que forman una cabecera en el mostrador del quiosco por la mañana.

Pedro J. se dirige a los redactores de El Mundo en la primera redacción.
Pedro J. se dirige a los redactores de El Mundo en la primera redacción.
Pedro J. se dirige a los redactores de El Mundo en la primera redacción

Vislumbrando a Cebrián y a Polanco a su lado, en el juego de las preguntas estilo marista, herr direktor le dijo a Umbral: “Lo único más grande que el país es el mundo”. Así nació El Mundo.

A El Directorio, lo convenció con el símil que se podía hacer con otras cabeceras de prestigio: Die Welt, Le Monde. Les protegió desde muy pronto The Guardian, que en un gesto con apenas precedentes también dio algo de pasta.

Inspirar temor

El contexto histórico era el siguiente: Felipe González seguía gobernando España, pero iba a perder la mayoría absoluta. Cadena Ser continuaba como la emisora más escuchada, pero había irrumpido ese fenómeno tan fresco que era Antena 3 Radio. También había crecido mucho la Cope.

Acababan de comenzar sus retransmisiones las dos primeras cadenas de televisión privadas: Antena 3 y Telecinco. Iba a ganar La Liga el Madrid, con Hugo Sánchez de pichichi. Estaban a punto de darle el Nobel a Cela.

Se respiraba un ambiente de cambio de era, de cambio de siglo antes de que muriera el siglo. Una de las primeras portadas de El Mundo sería la caída del Muro de Berlín.

“En Diario 16, hacíamos el periódico que nos dejaban hacer. El Mundo era el periódico que queríamos hacer”.

- Pedro J. Ramírez

Pedro J. suele repetir una frase para titular –él siempre con los titulares– este proceso: “En Diario 16, hacíamos el periódico que nos dejaban hacer. El Mundo era el periódico que queríamos hacer”.

El Directorio, perdón, no lo hemos presentado: eran Melchor Miralles, Manuel Hidalgo, Alfonso Rojo, Juan Carlos Laviana, Jorge Fernández y Carmelo Caderot. Dos ases en la manga actuaban de consejeros áulicos: Forges y el propio Umbral.

Pues tras un retiro de El Directorio en el Monasterio de El Paular, se puso en marcha el periódico. Sede de operaciones: una nave industrial en la calle Sánchez Pacheco.

Fotografía de los fundadores de 'El Mundo' en 1989
Fotografía de los fundadores de 'El Mundo' en 1989
Fotografía de los fundadores de El Mundo en 1989
Las de antes eran exclusivas de verdad porque los competidores no podían replicarlas instantáneamente. Empezaba así un desfile militar –joder, con El Directorio– de información dosificada, que capitalizaba las radios, las televisiones y los bares mientras el que iba a la zaga apenas podía reaccionar.

- María Peral

Le preguntamos a María Peral por la perspectiva que se tenía fuera, por ejemplo en ABC: “Una mezcla de curiosidad y pavor. El Mundo captó rápidamente a los jóvenes lectores. Con sus portadas, se aficionaron a hacernos la puñeta todos los lunes. Sacaban una gran exclusiva y marcaban la agenda toda la semana”.

Nos explica María la diferencia entre las exclusivas de antes y las de ahora. Las de antes eran exclusivas de verdad porque los competidores no podían replicarlas instantáneamente. Empezaba así un desfile militar –joder, con El Directorio– de información dosificada, que capitalizaba las radios, las televisiones y los bares mientras el que iba a la zaga apenas podía reaccionar.

Pronto, El Mundo desbancó a ABC como segundo periódico más leído. La ascensión al Everest funcionaba. La prisa en salir al mercado tras la decapitación fue necesaria. Los lectores estaban esperando.

Frente a frente con el poder financiero

En la primera fase de financiación, los inspiradores de El Mundo, bajo el síndrome del estrés postraumático de la reciente destitución, afrontaron la búsqueda obsesionados con la independencia.

Ningún inversor podía pasar del 10%. Sólo hubo un banco, el Banesto de Mario Conde –luego hablaremos de él–, que no pasó del 4%.

A los dos años de singladura, sin embargo, ese modelo no era suficiente para asumir los retos que se le iban poniendo por delante al periódico. Crecimiento de la plantilla, avances tecnológicos, corresponsalías…

Se lanzó una ampliación de capital que otorgó una gran participación a un grupo accionista italiano, RCS, los de Il Corriere. La elección de alguien ajeno a España fue deliberada: así no habría interferencias con el poder en Madrid. Hasta que las hubo. Pero para eso faltaban muchos años.

María nos cuenta una anécdota para ilustrar esa independencia. Cuando ella iba a cubrir el juicio a César Alierta, presidente de Telefónica, por un caso de uso de información privilegiada, estaba prácticamente sola. El resto de medios generalistas apenas informaba.

Relata María: “Los directivos de Telefónica me decían… ‘Pero, ¿de verdad os interesa seguir con esto?’. Nos quitaron la publicidad. Pedro J. nunca dudó. Seguimos trabajando así”.

Otro asunto parecido. María llevó a cabo una investigación que truncó la carrera de Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander. El día antes de la portada, Pedro J. dijo en la reunión: “Qué faena. Esta noche tengo concierto en el Auditorio Nacional y se sienta a mi lado”. Alfredo, no María.

¿Qué es lo que hace que un hombre pueda charlar y compartir concierto con un hombre al que, en unas horas, va a destrozarle la carrera? Luego hablaremos un rato de eso, de psicoanálisis, de las amistades políticos-periodistas; los periodistas haciendo política; los políticos intentando hacer periodismo.

Pedro J. Ramírez, en su escritorio durante los días en los que se fundó El Mundo
Pedro J. Ramírez, en su escritorio durante los días en los que se fundó El Mundo

Un carácter… singular

El Mundo, desde que nace, es una referencia. Un diario de moda. Pero también es la peripecia de un chaval de 37 años. Él escribe en sus memorias: “Me hacía sentir un elegido del destino”.

A nosotros, esa frase nos da miedo. Más todavía que esa bronca en que lanzó la botella de agua al techo pensando que estaba cerrada y nos puso a todos en una reunión de portada como recién salidos de una prueba del Grand Prix. Porque esa frase es algo así como… “Pedro J, unidad de destino en lo universal”.

“No quiero que suene presuntuoso, pero es verdad que yo me sentía tocado por la diosa fortuna. Sentía que estaba teniendo la oportunidad con la que sueña cualquier periodista. Fundar y liderar un periódico siendo tan joven, con una redacción de ensueño”.

- Pedro J. Ramírez

Le pedimos que nos lo explique: “No quiero que suene presuntuoso, pero es verdad que yo me sentía tocado por la diosa fortuna. Sentía que estaba teniendo la oportunidad con la que sueña cualquier periodista. Fundar y liderar un periódico siendo tan joven, con una redacción de ensueño”.

Desde niño, le han pasado cosas a herr direktor que él atribuye a la diosa de los ojos vendados y el cuerno de la abundancia. Por ejemplo, un mismo premio dos veces en Logroño. Dos veces el cofre de los juguetes para él, ante la mirada incrédula de todos aquellos chavales en el Teatro Bretón de los Herreros.

En un momento de extremada sinceridad –Pedro J. no suele hablar de cosas personales, siempre habla de “qué tienes para mañana”, “en qué estás trabajando”–, nos cuenta que, sabiéndose poseedor de tanta suerte, prefiere guardarla para el periodismo y para ¡el amor! Como ha encontrado buen acomodo en ambos sitios, no juega a nada más.

No juega a la lotería porque cree que tiene serias opciones de que le toque y de que ese premio le genere mala suerte en otras lides.

–Tú eres muy racional. Muy, muy racional. No te pega nada esto que estás contando –le dice María.

–Pues es la verdad. Quizá, aunque creyera que no, tengo un punto supersticioso.

–Esto que cuentas es de alguien muy supersticioso –le apostilla su adjunta.

Como todas las irracionalidades, tiene una explicación ¿racional? Al padre de Pedro J. le tocó una parte del gordo. Años después, contrajo la enfermedad que lo mataría. Pedro J. une la llegada de la lotería con la llegada de la enfermedad. Sus hermanos, claro, le dicen que es una superstición.

Traducción espontánea: Pedro J. está tan contento con el periódico que lo prefiere a ser rico. Está totalmente loco. ¿Quién conoce usted, lector, que pudiendo ser millonario, preferiría ser director de periódico? Hombre, la pregunta tiene cierta trampa porque algunos podríamos decir: ¡pero si ya es rico!

Él, que una vez dijo que Juan Tomás de Salas no podía fiscalizar al poder porque vivía en un chalé en Puerta de Hierro, nos recomendó una tienda de tirantes… ¡en Londres!, aquí al lado, cuando le preguntamos por una ocasión especial.

Es un tipo singular, el director. Nos cuentan que una vez salió de su despacho, en la redacción de El Mundo, gritando: “¡Tengo tanta razón que me da taquicardia!”. Y aquí sigue.

También nos cuentan que, estando como estaba la relación entre el periódico y el felipismo, comenzó a abroncar al redactor que informaba sobre el PSOE y que éste le respondió: “Pero, con lo que publicamos, ¿cómo quieres que me cuenten cosas a mí?”.

Pedro J: “¡Pues diles que soy un hijo de puta!”.

Fue un detalle, porque no hace falta que insistas, director. A veces, lo pensamos al caer la tarde, al salir de la reunión, cuando encargas un nuevo editorial, una crónica nueva, cuando el domingo se desmorona. Pero una cosa es pensarlo, gritarlo… y otra cosa escribirlo en un reportaje sobre los fastos.

Qué le vamos a hacer. Es nuestro querido Walter Burns, el director de Primera Plana, de Billy Wilders. Cualquiera que haya trabajado con él tiene una anécdota para sostenerlo.

Nos dicen en Pamplona que, tras la liberación de Felipe Huarte –había estado secuestrado por ETA–, un Pedro J. recién salido de la universidad se enteró del lugar donde lo habían tenido encerrado. Como hubiera hecho Walter Burns, envió a todos sus compañeros de profesión a otro lado para llegar él solo al lugar de la exclusiva.

Se lo recordamos. Sonríe. Ni confirma ni desmiente.

¿De derechas? ¿De izquierdas?

Antes de adentrarnos en la sucesión de escándalos que convirtieron al periódico en la milla de oro, debemos abordar la línea editorial. La inteligencia artificial, a la que preguntamos, nos habla de Diario 16 como de “centro-izquierda” y de El Mundo como de “centro-derecha”.

Responde Pedro J. que su línea es la del “centro liberal”. A María y a nosotros nos entra un poco la risa porque, si gana el Madrid, PJ dice que es una victoria del centro liberal; si le gusta un postre, es porque sabe a centro liberal; si le entusiasma una serie; el centro liberal. Si sale el arcoíris tras la tormenta; el centro liberal.

Le pedimos más pragmatismo y lo explica diciendo que el centro no es la equidistancia, sino la ecuanimidad. No la misma distancia entre la izquierda y la derecha, sino juzgar a las dos con la misma severidad en virtud de unos principios insobornables.

Va poniendo ejemplos que ilustran esa basculación. El Mundo nació con la vocación de continuar las investigaciones publicadas por Diario 16 sobre los GAL. El problema –o la ventaja– es que se encontraron con Filesa, Ibercorp, el caso Roldán, las escuchas del Cesid…

El colofón: la declaración de Felipe González ante el Tribunal Supremo como testigo en el juicio por el secuestro de Segundo Marey, un empresario vasco. Ya saben: lo secuestraron los GAL creyendo que colaboraba con ETA y no se lo cargaron de milagro. Fueron a la cárcel Barrionuevo (ministro del Interior) y Vera (secretario de Estado para la Seguridad).

Una muestra de cómo funcionaba El Mundo: Fernando Quintela, el fotógrafo, utilizó una Minox de 35mm, un tamaño compacto. La modificó para ocultar partes metálicas y pasarla por el escáner de seguridad. Estaba prohibido hacer fotos. Dos compañeros se levantaron disimuladamente para cubrirle mientras disparaba.

Felipe González en su declaración ante el TS como testigo en el juicio del caso Marey en 1998.
Felipe González en su declaración ante el TS como testigo en el juicio del caso Marey en 1998

La publicación de todos estos escándalos, ¿hacían a El Mundo de derechas? Lo pregunta Pedro J. Luego menciona la quiebra con el PP por la guerra de Irak y los papeles de Bárcenas. ¿Eso hacía a El Mundo de izquierdas?

Es-cán-da-lo

Podrían escribirse varios libros –él ya lo ha hecho– sobre la vertiginosa vida en la redacción durante aquellos años noventa. Las presiones de Mariano Rubio –gobernador del Banco de España– a los italianos para que censuraran El Mundo mientras él suplicaba a Pedro J. que dejara de publicar porque era inocente… Luego se demostraría su cuenta oculta con dinero negro.

O la aparición de aquel misterioso confidente, de nombre Van Schouwen. Un contable que se sintió estafado por su jefe y que, a modo de venganza, acudió al periódico con las pruebas de la financiación ilegal del PSOE, el partido en el Gobierno.

Portada de El Mundo del 29 de mayo de 1999 donde se destapa uno de los primeros casos de corrupción del PSOE

Llamó primero, Van Schouwen, a El Periódico de Cataluña, pero no quisieron publicarlo. Recibió la información Ana Aguirre, una jovencísima periodista que hacía sus primeras armas en la delegación de Barcelona… a la que el contable encontró en la guía telefónica.

Eran las pruebas de cómo el responsable de finanzas del grupo parlamentario socialista y un dirigente del PSC habían montado un holding de sociedades pantalla que cobraba una especie de impuesto revolucionario a grandes empresas con el que luego se pagaban gastos electorales.

El contable-confidente apareció en el lugar de encuentro con El Mundo –la casa de su abogada, llena de gatos– con todos los documentos metidos en un carrito de la compra.

El vídeo

O el vídeo, el famoso vídeo. Tenemos aquí a María, que acababa de fichar por Pedro J. Su primer gran cometido fue cubrir el juicio. Nos cuenta detalles muy interesantes. El primero: nunca ha visto el vídeo. Fue una “rebelión” contra esa operación: “Lo más inmoral que he visto en mi carrera. Un montaje desde el poder para asesinar civilmente a un periodista. Verlo… sería dar alas a ese montaje”.

Pedro J. quiso contarle algunos detalles de lo ocurrido, pero ella le contestó: “No quiero escuchar nada. Quiero mantenerme imparcial. Lo que necesito es el procedimiento completo, desde el primer folio hasta el último. Si escucho tu versión, me condicionará a la hora de escribir”.

“Lo más inmoral que he visto en mi carrera. Un montaje desde el poder para asesinar civilmente a un periodista. Verlo… sería dar alas a ese montaje”

- María Peral

Uno de los días más duros para Pedro J. fue cuando su periódico tuvo que publicar la versión de Exuperancia Rapú ante el tribunal. Ahí amagó con recortar, preso de su indignación. Pero María lo convenció: “Si queremos cubrir este juicio como otro cualquiera, debemos publicarlo”. No tocó ni una coma. Ni en ese momento ni en ningún otro.

Quedó probada la participación de altos cargos del Gobierno en el montaje. Por eso, Antonio Herrero bautizó el episodio como “el último atentado de los GAL”.

Qué decir de las exclusivas sobre Amedo y Domínguez, de la entrevista a Roldán en París cuando el Gobierno lo andaba buscando; de todo ese trabajo de Miralles, de Cerdán y Rubio, haciendo bailar a las fuentes en la dirección adecuada para que la bomba de relojería estallase.

Las fuentes confiaban en El Mundo porque veían lo que habían hecho con los GAL. Entonces, era un follón porque a las fuentes que los periodistas buscaban había que añadir las que llamaban al periódico como si fuera un consultorio.

Las reuniones de portada –dice ahora Pedro J.– eran muy complicadas porque “había muchos más aviones” que “pistas” para que las noticias despegasen. Cayó Felipe González. Dice herr direktor que lo decidieron los españoles. Pero él montó la pinza Anguita-Aznar y las reuniones de lo que Cebrián apodó “el sindicato del crimen”.

–Hombre, lo de que lo decidieron los españoles… sí, bien, pero tú hiciste política ahí, hiciste todo lo que estaba en tu mano –le apuntamos.

–Lo del “sindicato del crimen” era la vuelta del calcetín que le daba El País a las investigaciones de El Mundo que ponían al Gobierno en la picota. Ese “sindicato” –ironiza– era una asociación de periodistas y escritores independientes que se reunía con luz y taquígrafos. Nada más.

También le provocamos cuando narra la pinza de Aznar y Anguita como si fuera una casualidad. Dice que simplemente los reunió en su casa para que se conocieran y que ya de paso nació la dichosa pinza.

A todos nos pasa: un sábado organizas una cena en tu casa y, cuando no ha llegado el postre, te ves metido en una operación para tumbar al Gobierno.

¿Un periodista amigo de un político?

Esto nos permite ahondar en otro de los clásicos de la profesión: ¿un periodista puede ser amigo de un político? Aznar y el pádel, Aznar y el balcón. Zapatero y los paseos por el jardín. ¿Es Pedro J. el único amigo común que tienen hoy los dos expresidentes?

Pedro J. Ramírez y José María Aznar.

–María, ¿un periodista puede ser amigo de un político?

–Hombre, yo prefiero otras amistades –se parte de risa–. Un periodista puede ser amigo de una fuente siempre y cuando el periodista tenga claro que la prioridad es su oficio y que esa amistad no puede generar dependencias emocionales. Ese periodista-amigo debe ser capaz de darle una leche como un piano a su fuente si la información lo requiere.

–Estoy de acuerdo con el planteamiento. Creo que a lo largo de mi vida he ido generando anticuerpos para conseguirlo. Porque, para mí, es esencial que un periodista político conozca el factor humano. Sólo con ese factor humano puedes entender lo que sucede. No me arrepiento del balcón, ni del pádel, ni de los paseos con Zapatero.

“Para mí, es esencial que un periodista político conozca el factor humano. Sólo con ese factor humano puedes entender lo que sucede. No me arrepiento del balcón, ni del pádel, ni de los paseos con Zapatero”

- Pedro J. Ramírez

–La situación más compleja vivida en El Mundo, en ese sentido, suponemos que fue contar la caída de Mario Conde, que era un inversor del periódico, una buena fuente y alguien con quien habías tenido muchísima relación.

–Sí. Es verdad que, en un primer momento, me fascinó por su audacia, su carisma y su atrevimiento. Tenía una retórica impresionante y una enorme capacidad para abrir nuevos espacios de debate. Pero también sentía vértigo ante él. Veía cosas que… Di una orden muy clara a la redacción cuando empezó la caída.

–¿Cuál?

–Investiguemos y publiquemos como si a este señor no le conociéramos de nada. A partir de ahí, os podéis imaginar, nuestra relación se deterioró muchísimo.

–Y otro clásico –preguntamos–. ¿Os parece ético o conveniente pagar a una fuente por información?

–Yo nunca lo he hecho, no me parece que encaje en la deontología del periodismo –dice María–. El ánimo de la fuente no puede ser crematístico. Si la fuente habla por dinero, tendrá muchos alicientes para adulterar su testimonio. Me parece absolutamente rechazable.

–También estoy de acuerdo con el planteamiento, pero le pongo un matiz: no me parece mal pagar a la fuente gastos materiales: si esa fuente tiene que desplazarse, comer en un sitio, hospedarse en un hotel…

–¿Haces política con el periodismo, director? Lo decimos por los ejemplos mencionados. No sólo cuentas la información; quieres que el país gire en la dirección que tú deseas.

–La información y la opinión son vasos comunicantes. Un periódico refleja la realidad, pero también es un órgano de opinión: la selección y la jerarquización de las noticias es un método subjetivo.

La monarquía campechana

La relación de El Mundo con la monarquía podría resumirse con el título “Un verano en Mallorca”, que en 1990 rompió el tabú hasta entonces existente alrededor de las andanzas de Juan Carlos I.

La prueba de la existencia de ese tabú es que el diario se agotó y que se formaron colas de gente a las puertas de la redacción en busca de ejemplares. No había en el texto acusaciones concretas, pero sí la descripción de un paisaje que luego se iría haciendo más nítido: la relación con los árabes, las amantes, la dejación de funciones en momentos clave.

Pedro J. saluda al entonces rey Juan Carlos I en una recepción Real en Zarzuela
Pedro J. saluda al entonces rey Juan Carlos I en una recepción Real en Zarzuela

El Rey vio un peligro en herr direktor y quiso neutralizarlo con un abrazo. Sabino Fernández Campo, el jefe de la Casa Real, citó a Pedro J. en Zarzuela. Irrumpió Juan Carlos sin avisar en el despacho y le dijo: “Ya sé que tú sabes que le dije a Juan Tomás de Salas que no me sentaría a comer con él mientras tú siguieras siendo director de Diario 16. Lo que no imaginé es que sería tan tonto como para hacerme caso”.

Sabino, aunque pueda parecer contraintuitivo, fue una de las mejores fuentes de Pedro J. Creía que las portadas de El Mundo acabarían por centrar a Juan Carlos, pero no sucedió eso, sino lo contrario. Juan Carlos destituyó a Sabino porque acabó enterándose, a través de Mario Conde, de que era una garganta profunda de ese periódico que tanto le molestaba.

María Peral, ya en EL ESPAÑOL, publicó la noticia definitiva que ensombrece el final de ese gran Rey de la Transición: los papeles de la sociedad que diseñó encaminada a evadir impuestos.

Aznar y Zapatero

Pero estábamos en la llegada de Aznar al poder. Pese a la amistad, hubo una primera crisis en esa relación de pareja… de pádel, aunque solían jugar enfrentados. En contra de lo que prometió, el nuevo presidente no desclasificó los papeles del Cesid. El Mundo le puso la proa. Un día y otro.

Las cosas se arreglaron y Pedro J. pudo hacer de las suyas: lo convenció para que eliminara la mili obligatoria. Pero luego llegó el apoyo del Gobierno a la invasión de Irak y esa famosa portada que varió hasta la cabecera: “El Mundo… dice no a la guerra”.

El Mundo tras en el 11-M

En el 11-M…

Esto daría para un libro. De hecho, ha dado para el segundo tomo de las memorias del director, que saldrán en otoño –esperamos cobrar esta publicidad aparte de la nómina–.

Le decimos que, además de buena parte de la profesión, la inteligencia artificial sitúa el 11-M como el mayor fracaso en su carrera.

–¿Qué piensas? Sabes que opinan eso incluso amigos y compañeros tuyos.

–Si el éxito o el fracaso de un medio se mide por el parámetro de haber encontrado la verdad, nuestra cobertura fue un fracaso. Un doloroso fracaso que llevaré conmigo hasta el último día de mi vida.

Pedro J. pasea junto a José María Aznar.
Pedro J. pasea junto a José María Aznar

-Pero...

–Pero puedo decir con satisfacción que fuimos independientes en nuestra cobertura, que fuimos capaces de demostrar los errores que se cometieron en las investigaciones policiales y judiciales. Nunca dijimos que fuera ETA, pero sí probamos que existió una voluntad de borrar cualquier pista que tuviera que ver con ETA. La prueba pericial de explosivos y las falsas testigos rumanas son la mejor prueba de lo que digo. Lo explico con mucho más detalle en el libro.

–Y tú, María, ¿qué piensas?

–Fui crítica con la línea que siguió el periódico. Algunas informaciones no me parecieron acertadas. Lo digo en cuanto al enfoque y los indicios, las pruebas. Creo que se publicaron cosas que no se habían agarrado lo suficiente. Sí es cierto que, como dice el director, hubo errores en la instrucción. Hubo negligencias. La sentencia no fue fina tampoco.

El 11-M y aquellas turbulentas elecciones de 2004 dieron lugar a la victoria de Zapatero, otro amigo de herr direktor. Tan amigo como para romper la regla no escrita de que los presidentes socialistas dan su primera entrevista a El País.

Pedro J. Ramírez junto al expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Pedro J. Ramírez junto al expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero
“Zapatero ha dejado legados envenenados, pero también avances fundamentales en los derechos civiles que el tiempo le reconocerá”

- Pedro J. Ramírez

Zapatero eligió a El Mundo por aquello de demostrar con hechos su “talante”, su gusto por la “discrepancia”. ¿Quiénes eran los que cantaban lo de “ay, cómo hemos cambiado”? ¿Presuntos implicados?

El Mundo estuvo cerca de Zapatero en las leyes sociales, en el matrimonio homosexual, en la despolitización de Televisión Española, en las propuestas de igualdad de género… Y estuvo lejos en la Memoria Histórica y la gestión de la crisis económica. Eran frecuentes las visitas de Pedro J. a Moncloa para discutir: “Zapatero era mucho mejor encajador que Aznar. Pese a que había muchos más desacuerdos con Zapatero que con Aznar, la relación personal fue más fácil con Zapatero”.

“Zapatero ha dejado legados envenenados, pero también avances fundamentales en los derechos civiles que el tiempo le reconocerá”, concluye Pedro J.

Imagen promocional del especial de 45 años de director de Pedro J. Ramírez
Pedro J. Ramírez: 45 años de periodismo independiente ¿Y tú, qué historia vas a leer?

Rajoy y Bárcenas

Con Rajoy –admite el director–, nunca hubo sintonía personal. A Pedro J, que le gusta el movimiento, el ritmo de fundición, le ponía nervioso la manera aletargada de gobernar del presidente, además con mayoría absoluta.

Pedro J. en conversación con el expresidente popular Mariano Rajoy
Pedro J. en conversación con el expresidente popular Mariano Rajoy

Hasta que no le quedó más remedio, literalmente, que investigar los papeles de Bárcenas. Vivía herr direktor en un séptimo piso de La Castellana, puerta con puerta con… una íntima amiga de la mujer de Bárcenas.

En ese momento, las conexiones con esa esfera las llevaba Raúl del Pozo, que se ganó la confianza de doña Rosalía, la esposa del tesorero. Pero la vecina quería ver al director y cómo le vas a decir que no a tu vecina puerta con puerta. Le puedes decir que no una vez, pero tantas…

La portada de El Mundo el 7 de julio de 2013, cuando se destapa la financiación ilegal del PP.
La portada de El Mundo el 7 de julio de 2013, cuando se destapa la financiación ilegal del PP

De ahí salieron las famosas “cuatro horas con Bárcenas”. Pedro J. acabó reuniéndose con el tesorero, no sólo con la vecina. Fue una conversación pactada en términos extraños porque no se especificó si era dentro o fuera de micro.

Cuando salió de allí, era tan escabroso lo que había escuchado, que Pedro J. corrió a casa a tomar notas. Luego escribió la entrevista y la publicó. Con un riesgo: no había grabación, no había prueba de la existencia de esa reunión. Bárcenas podría haberle desmentido. Pero no lo hizo.

La portada de El Mundo con la exclusiva sobre los papeles de Bárcenas
La portada de El Mundo con la exclusiva sobre los papeles de Bárcenas
La portada de El Mundo con la exclusiva sobre los papeles de Bárcenas

Luego, cuando herr direktor quiso organizar un segundo encuentro, una entrevista formal, a Bárcenas ya lo habían metido en la cárcel. Las declaraciones del tesorero no se publicaron a la ligera; coincidían con las pruebas que, paralelamente, Casimiro García-Abadillo había ido reuniendo por su cuenta.

Bárcenas proporcionó a El Mundo el primer original de la Caja B del PP. Pedro J. y María Peral lo llevaron a la Audiencia Nacional. Cuenta María que el fiscal reaccionó diciendo: “Esto es lo que llevábamos tanto tiempo buscando”.

La muerte no es el final

En contra de lo que la redacción y el propio director esperaban, el mensaje no hizo caer a Rajoy. Lo contrario: hizo caer a quien lo publicó. Es tremenda esta Españita, que diría Apaolaza: un periodista publica el mensaje que sitúa al presidente del Gobierno al tanto de los delitos de su tesorero… y acaba muerto el periodista.

Tanto María como Pedro J. mencionan la palabra “trauma” para hablar de la destitución. Se acababa un sueño de 25 años. Con el mismo resultado que el de Diario 16, aunque con un verdugo de la acera de enfrente.

–Es curioso porque muchos compañeros y yo estábamos muy emocionados, afectadísimos. Y yo te vi la cara… y estabas como si nada. Muy sereno, incluso con sentido del humor –le dice María.

–Porque yo lo intuía y lo sabía desde hacía más tiempo. Fue el último rayo de una tormenta muy larga.

Siguió la escena para el recuerdo. Pedro J. se subió en unos cuantos paquetes de folios para dirigirse a la redacción. Fernando Baeta, su número dos, le había facilitado las portadas más importantes de la historia de El Mundo, que ya podía escribirse con hache mayúscula.

Fue relatando Pedro J. el servicio de la cabecera a la sociedad a golpe de exclusiva.

Y…

Ahí va un final de película. Pedro J. se quitó el reloj y se lo lanzó por los aires a María Peral.

“¡Joder! ¡Era un Cartier!”, nos dice ella, que se sintió como los porteros en las películas, que se lanzan a cámara lenta a detener el penalti. Era un Cartier, no un Casio. En 35 años de director, ya no era un Ramírez, ¡era un Hearst!

María lo cogió al aire. Un símbolo. Dijo Pedro J, el actor de teatro, que se trataba de seguir sincronizados. Estaba cerrándose un telón… y se estaba abriendo otro. María no se quedaría el Cartier. Se lo devolvería al fundar EL ESPAÑOL.

Continuará.

Pero antes de abrir la tercera y última entrega… Bueno, si nos va a caer un Cartier, ¡que se lo carguen otra vez! Je suis Juan Tomás de Salas, Je suis Felipe, Je suis Rajoy… ¿Quién no ha soñado con una nueva decapitación? ¿No le gustaba la Revolución Francesa?

Antes de abrir la tercera y última entrega, decíamos, una postdata.

Hemos pedido a los directores que ha tenido El Mundo una pregunta para el fundador. Han participado todos con la excepción de David Jiménez, al que no hemos localizado.

Casimiro García-Abadillo (2014-2015) –¿es Pedro Sánchez el peor presidente que ha tenido España en democracia?

Pedro J –sin ninguna duda, sí. No lo digo en términos de capacitación y de cualificación, sino de legado político. Es el que más daño ha hecho a la democracia porque ha traspasado los límites de lo que cabe en ella y porque nos obliga a convivir a diario con la mentira. Felipe tiene en su debe el terrorismo de Estado, pero su haber es muchísimo más grande que el de Sánchez. Pedro Sánchez ha comprado su poder a costa de erosionar valores constitucionales esenciales.

Pedro García Cuartango (2016-2017) –dada tu larga trayectoria, te pediría que valorases a todos los presidentes del Gobierno con una nota de uno a diez.

Pedro J –A Suárez, un 9. El tiempo ha ido mostrándonos la grandeza y la dificultad de su misión. A Leopoldo Calvo-Sotelo, un 5. Ni fu ni fa. No tuvo margen para hacer grandes cosas. A Felipe González, le tengo que poner dos notas. Un 2 en lo referente al terrorismo de Estado y la corrupción. Y un 8 en lo que se refiere a la modernización del país y su integración en el orden internacional. Aznar, un 6 o un 7. Ya he consignado antes sus aciertos y sus errores. A Zapatero, un 5. A Rajoy, un 4. Y a Sánchez, un 3.

Francisco Rosell (2017-2022) –¿por qué las revelaciones de primera página ya no hacen caer a los gobernantes pillados por la Prensa?

Pedro J –primero, creo, porque ya no hay revelaciones como las de antes. Segundo, porque el impacto de los medios se diluye en el magma de las redes sociales y del exceso de información. Ahora es mucho más difícil para los lectores jerarquizar y distinguir lo verdaderamente importante. El punto de no retorno se produjo con el “Luis, sé fuerte”.

Ya no hay revelaciones como las de antes. El impacto de los medios se diluye en el magma de las redes sociales y del exceso de información. Ahora es mucho más difícil para los lectores jerarquizar y distinguir lo verdaderamente importante.

- Pedro J. Ramírez

Subido sobre seis paquetes de folios A3, Pedro J Ramírez rodeado por toda la redacción se despide como director.
Subido sobre seis paquetes de folios A3, Pedro J Ramírez rodeado por toda la redacción se despide como director

Joaquín Manso (2022-actualidad) –es fácil sentir satisfacción por tantas grandes investigaciones periodísticas que llegaron a buen puerto. Pero, ¿de cuál de las que no lo hicieron te sientes más orgulloso?

Pedro J –sin lugar a dudas, de la del 11-M, en la que tú mismo, Joaquín, participaste con un gran trabajo. Te enviamos a Cluj, en Rumanía, a desentrañar el misterio de las falsas testigos. Seguimos sin saber quiénes fueron los autores materiales y los inductores. No sabemos qué explosivos se utilizaron. Pero hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano.

Entrevista completa

45 años de director Pedro J. Ramírez.
Segunda etapa: El Mundo (1989-2014).