El restaurante de Marbella con dos estrellas Michelin que recorre el recetario andaluz en busca de la tercera

El restaurante de Marbella con dos estrellas Michelin que recorre el recetario andaluz en busca de la tercera

Reportajes gastronómicos

El restaurante de Marbella con dos estrellas Michelin que recorre el recetario andaluz en busca de la tercera

Marcos Granda persigue la excelencia de Skina de la mano de Mario Cachinero, una que roza tras la nueva etapa emprendida con su 20 aniversario.

Más información: Lo nuevo del 'estrellado' Marcos Granda en su 'japo' de Madrid: "La comida no es suficiente si la experiencia no es inolvidable"

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Veinte años después de abrir un restaurante diminuto en una esquina del casco antiguo marbellí, Marcos Granda ha transformado Skina en su restaurante soñado, una obra maestra de hospitalidad, detalle y ambición.

Hoy, el restaurante con dos estrellas Michelin no solo brilla por su cocina profundamente andaluza firmada por el toledano Mario Cachinero, sino que se proyecta con fuerza como uno de los aspirantes más sólidos para alcanzar la ansiada tercera estrella en la próxima gala de la Guía Michelin 2026, que curiosamente se celebrará en Málaga.

Esa que lleva buscando en las pasadas ediciones y por la que la pasada temporada ha dado un pasito más con un Skina renovado y repleto de buenos propósitos del asturiano afincado en Marbella, que son muchos.

Ubicado en un antiguo cortijo reconvertido en templo gastronómico, en pleno corazón de la Milla de Oro de Marbella, en sus 1.100 metros cuadrados, Skina conserva la esencia andaluza en su arquitectura, con ese toque de sofisticación propio de Granda, camarero de formación y empresario por vocación.

Mario Cachinero, jefe de cocina de Skina.

Mario Cachinero, jefe de cocina de Skina.

Mario Cachinero, jefe de cocina y ganador del Young Chef Award de la Guía Michelin España y Portugal en 2022, está a cargo de esta propuesta de raíces andaluzas, reinterpretadas con una técnica pulida hasta la transparencia. En su menú, el recetario tradicional no se rehúye, se abraza, se estudia y se eleva.

Una experiencia en movimiento

Marcos Granda en la bodega de Skina.

Marcos Granda en la bodega de Skina.

La visita a Skina es una coreografía bien ensayada. Comienza en la bodega privada de Marcos Granda, donde reposan más de mil referencias que ha ido seleccionando personalmente durante dos décadas. Borgoñas, champagnes, joyas de colección como Château d’Yquem o Petrus… y otras referencias que emocionan.

"Era la parte más importante de la casa antiguamente, y es una de las partes más importantes ahora mismo para nosotros" explica el sumiller Granda, que atesora en este espacio toda su trayectoria embotellada.

Luego, el comensal recorre distintos espacios. Comenzando con aperitivos junto a la cocina abierta, que hasta junio vienen protagonizados por el espárrago blanco que traen de Navarra, anteriormente han estado la trufa y "así cambiando temporadas, profundizamos en los productos de temporada. No solo de Andalucía, sino de todo el territorio nacional".

Aperitivos con el espárrago como protagonista.

Aperitivos con el espárrago como protagonista.

A continuación, el desarrollo del menú en el elegante discurre salón principal —también disponen de un privado para eventos y celebraciones más íntimas— o en la terraza exterior, un refugio perfecto para las suaves noches mediterráneas.

Con apenas 40 cubiertos diarios entre todas las zonas, y un 90% de público extranjero, la exclusividad es tangible, pero nunca pretenciosa. El servicio, orquestado por el propio Granda y Jesús Urda Sánchez, es tan atento como invisible, envolviendo al cliente en una hospitalidad que se cultiva con años de obsesión y detalle.

La sala de Skina.

La sala de Skina.


Tres formatos definen la propuesta gastronómica: Temporalidad (349 €), con ocho pases que cambian; A la carta (295 €): más clásico, con tres entrantes, un principal y postre y Grand Cru (574 €): un homenaje al vino, con maridajes excepcionales como un Vega Sicilia Único 1994 por copa.

Mario Cachinero, en la cocina de Skina.

Mario Cachinero, en la cocina de Skina.

"Tanto los menús a la carta como los degustación, siguen nuestra filosofía de producto y temporalidad" apunta Granda. Por ellos desfilan platos que miran con respeto el paisaje, cultura y recetario que les rodea.

Desde el carabinero con sopa en amarillo, un clásico gaditano con un fondo de azafrán, corales y majado tradicional, o el tartar de atún rojo (Granda trabaja siempre con Balfegó) con ajoverde de pistacho y caviar, una elaboración con el sello Granda con versión asturiana —es similar a uno de los pases del menú de Marcos, con una estrella Michelin en Gijón—.

Atún, caviar y pistacho y brocheta de ventresca y bañada con su propia salsa.

Atún, caviar y pistacho y brocheta de ventresca y bañada con su propia salsa.

Más inusual es la cachorreña, un gazpacho que se hace con las naranjas amargas que crecen en los árboles que salpican las calles de Marbella. Y viejas conocidas y siempre bienvenidas son las quisquillas de Motril, que acompañan con un blanco de la zona de Chablis.

Los postres son otro ejercicio de técnica creativa y tradición. El ajoblanco malagueño reinterpretado en clave dulce, es un festival de temperaturas, texturas y evocaciones que sintetiza el ideario de Skina. El juego de esferas es para acabar la velada, por qué no, mojando pan.

Pero si Skina responde a una única obsesión: hacer sentir al cliente que ha vivido algo irrepetible. Ahora, con un equipo consolidado, un espacio a la altura de las expectativas y una propuesta culinaria honesta y emocionante, Skina se sitúa en la primera línea de salida hacia el Olimpo de Michelin.