Mikel Ayestarán en Jerusalén.

Mikel Ayestarán en Jerusalén.

Reportajes gastronómicos

Mikel Ayestarán muestra el hambre en Gaza como arma de guerra: "Las berenjenas son a prueba de bombas"

En su nuevo libro, el periodista Mikel Ayestarán, 'Historias de Gaza' relata el pasado y presente de la Franja, donde los puntos de reparto son trampas mortales para quien intente conseguir un plato de comida.

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El calor sofocante de la primera ola de verano de 2025 apenas disuade a los visitantes de la Feria del Libro en El Retiro, Madrid. En la caseta 251 nos espera el periodista y escritor Mikel Ayestarán, quien firmaba, un día antes (1 de junio), ejemplares de su último libro: Historias de Gaza (Peninsula).

Sus páginas son el testimonio vivo de una población asediada por la guerra, donde el hambre se ha convertido en un arma de destrucción masiva. Un recorrido del pasado al presente y el relato de quien ha cubierto todas las grandes ofensivas de Israel desde 2008.

Autor también de 'Oriente Medio, Oriente roto' y 'Jerusalén, santa y cautiva', su literatura que se suma a la crónica diaria que comparte en Instagram con su 'Menú de Gaza'.

La serie, que acaba de ser reconocida con el Premio Zampa de fotoperiodismo 2025, retrata platos humildes que significan la cocina de resistencia y desde hace más de un año sirven de denuncia. La familia Hammad los comparte con Ayestarán y él los retransmite.

Una cocina sitiada

Desde octubre de 2023, Gaza es víctima de un bloqueo absoluto. La respuesta militar de Israel tras el ataque de Hamás ha derivado no solo en una ofensiva bélica, sino en un asedio alimentario. Según la ONU, Gaza es hoy “el lugar con más hambre del mundo”.

No se trata de una consecuencia colateral del conflicto: como subraya Ayestarán, es el hambre usada como arma de guerra. "Les están acorralando".

Mikel Ayestarán en Cisjordania.

Mikel Ayestarán en Cisjordania.

“No es solo que no haya comida; es que tampoco se puede producir. No se puede pescar, ni sembrar, ni regar”, explica Ayestarán. El resultado es una devastadora escasez de alimentos frescos.

Carne, pescado, frutas y verduras desaparecieron de los mercados en los primeros meses y, si aparecen, es a cuentagotas. Lo poco que se consigue —una berenjena, un calabacín, un aguacate— es milagroso y tiene un precio desorbitado. Como la mulujia, una hierba silvestre que "alcanza los 12 euros el kilo".

La escasez de alimento está conduciendo a la desnutrición de una población con consecuencias que ya se ven en hospitales, que también se han convertido en objetivo de los ataques: "Las enfermeras ya han advertido de los problemas de cicatrización que hay por la falta de nutrientes".

Porque hoy en Gaza "no basta con que llegue comida: tiene que ser comida comestible". La ayuda humanitaria lleva bloqueada meses y ha quedado en manos de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), respaldada por Estados Unidos e Israel.

Lo que se reparte —en su mayoría, arroz, pasta, harina— requiere recursos imposibles: ollas, agua, fuego, y muchas veces ni hay techo. Además, "todo este producto es israelí, que se acaba beneficiando", cuenta el corresponsal de guerra, que nunca ha visto "nada comparable".

Advierte además del coste medioambiental que tendrá y ya está teniendo el conflicto. "La gente vive entre escombros y basura". Es un terreno que difícilmente se podrá recuperar, "en Gaza había unas fresas de huerto buenísimas".

Para más horror, los centros de distribución se han convertido en trampas mortales: desde que se puso en marcha el nuevo modelo de distribución más de 150 palestinos han muerto por ataques del Ejército intentando recoger alimentos.

"Antes había 400 puntos para el reparto, ahora se han reducido a cuatro".

Las berenjenas que resisten

En este paisaje de carencia extrema, las berenjenas se han convertido en símbolo inesperado de supervivencia. Son "las únicas que aún crecen en terrazas" improvisadas, relata Ayestarán, "son a prueba de bombas”.

La familia Hammad, con quien el periodista trabaja desde hace dos décadas, protagoniza este relato de resistencia culinaria donde, con suerte, se cuelga alguna que otra berenjena.

Su hija, Dalia, fotografía cada plato que prepara Amal, la madre. Kayed, el padre e intérprete de Ayestarán, sale cada día a buscar comida; los hijos recorren kilómetros por un poco de agua o leña.

Juntos forman un engranaje de supervivencia doméstica que permite que cada imagen que llega a las redes no sea solo un plato, sino una historia que, de alguna manera, trae esperanza y, una vez publicada, es abrazada con mensajes de ánimo.

Comer juntos, morir juntos

"Han cambiado 17 veces de 'hogar'". En medio de la desesperación, la comida sigue siendo un ritual. La familia Hammad se sienta cada noche junta a cenar. No porque haya mucho que comer, sino porque temen no despertar al día siguiente.

No quieren dormir separados por si llega un ataque. Comer juntos es asegurarse de que, si la muerte viene, al menos no los encontrará solos”, cuenta Ayestarán.

Berenjenas con patatas; judías blancas; sopa de lentejas con pimiento verde; berenjena; bulgur y sopa de lentejas.

Berenjenas con patatas; judías blancas; sopa de lentejas con pimiento verde; berenjena; bulgur y sopa de lentejas.

Lo que vemos en el feed de Instagram de Ayestarán no es un recetario tradicional, sino un testimonio de desposesión: "Cada plato es lo que hay". A veces, una lata de judías. Otras, arroz hervido sin nada más. A veces hay alegrías, como encontrarse un bulgur que no es de lata.

La alimentación en Gaza no solo se empobrece nutricionalmente. Se desintegra como patrimonio cultural. Por eso Ayestarán insiste en recopilar estas recetas, para que no caigan en el olvido.

“Saber a qué sabe un buen falafel también importa. Porque es historia, es identidad”, dice. Con el colectivo 5W, está preparando un archivo de estas comidas, acompañadas de las recetas y sus significados.

La gastronomía como denuncia y como esperanza

La iniciativa ha tenido un eco inesperado en el mundo gastronómico. El chef Andoni Luis Aduriz ha compartido algunos de los platos de la serie en sus redes, y Ayestarán sueña con que el sector gastronómico se una para organizar eventos solidarios y concienciar.

"Me gustaría que el sector de la gastronomía se agrupase para buscar vías de ayuda y fomentar la cooperación con la organización de eventos e iniciativas solidarias", apunta.

En ello están. De hecho, un grupo de chefs como el chef de Mugartitz (Guipúzcoa), Luis Lera de Lera (Zamora), Joan Roca (Celler de Can Roca), Javier Olleros de Culler de Pau (Pontevedra) o el Basque Culinary World Prize, Andrés Torres de Casa Nova (Barcelona).

Chefs solidarios que han impulsado una iniciativa para recaudar fondos y enviar alimentos y ayuda humanitaria a la población civil de Gaza a través de www.globalhumanitaria.org/. Fondos que también recibirá de los cuatro manos que encabeza Torres junto a varios de esos chefs.

Además del reciente premio Zampa, que ha premiado la labor de Dalia como fotógrafa de los platos y la de Ayestarán de relatarlos, su trabajo ha sido galardonado con el premio Ortega y Gasset a la mejor cobertura multimedia.

Pero para él, lo importante no es el reconocimiento. Es que “Menú de Gaza” siga siendo esa ventana abierta en dos direcciones: que Amal, Kayed, Dalia y el resto puedan contar cómo están, y que también sientan que alguien los escucha.

Cada mensaje de apoyo, cada comentario en una foto de comida, es un pequeño acto de esperanza para quienes, como Dalia, encuentran en la memoria de sus platos un refugio frente al horror.

Ayestarán no tiene respuestas fáciles a la pregunta más repetida: “¿Cuándo acabará esto?”. La solución no está en manos de la población, sino de quienes ostentan el poder.

Mikel Ayestarán en Ucrania.

Mikel Ayestarán en Ucrania. Jose Colon

Teme que esto sirva de ejemplo para otras guerras, que acaben también usando el hambre como arma letal y que la hambruna sea solo el gatillo que desencadene (ya lo está haciendo) en desnutrición fatal.

Mientras los platos sigan apareciendo en su perfil, el conflicto seguirá marcando el menú. “El día que no haya fotos del ‘Menú de Gaza’ será el día que ya no haga falta compartirlas. Porque habrá comida”.