
Fotogalería | Así fue el XXXIII Encuentro Tecnológico de EL ESPAÑOL de Málaga, sobre sostenibilidad y medio ambiente Fábrica de Cervezas Victoria
La sostenibilidad se abre paso en Málaga: tecnología, conciencia y colaboración por un futuro más verde
El XXXIII Encuentro Tecnológico de EL ESPAÑOL de Málaga reúne a expertos de la universidad, la empresa y la administración para abordar soluciones innovadoras frente a los retos ambientales.
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¿Cómo puede la tecnología contribuir a un modelo de desarrollo más sostenible? ¿Qué papel juegan la universidad, las administraciones públicas y las empresas en esa transformación? Estas fueron algunas de las preguntas que sobrevolaron el XXXIII Encuentro Tecnológico de EL ESPAÑOL de Málaga celebrado este lunes en la Fábrica de Cervezas Victoria, donde la sostenibilidad se presentó no solo como una necesidad, sino como una oportunidad de cambio estructural en la provincia.
La cita, organizada por este periódico con la colaboración de Impact Hub Málaga y Cervezas Victoria, reunió a tres voces clave: Luis Alemany, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Málaga; Jorge Martínez, interventor general de la Diputación Provincial; y Sigfrido Molina, CEO de Sigfrido Fruit.
“Estamos metidos de lleno en la transición energética, con desafíos como la descarbonización, el desarrollo de nuevos combustibles o la eficiencia de motores”, explicó el profesor Luis Alemany, encargado de contextualizar el reto desde el ámbito académico. Subrayó el papel de la universidad como creadora de soluciones técnicas aplicables, aunque a menudo “entre bastidores”, sin la visibilidad mediática que tienen las grandes corporaciones.
Alemany recalcó que Málaga tiene una situación industrial particular, con retos diferentes a los de otras ciudades: “Tenemos problemas como la contaminación del puerto o el cambio de combustibles en el aeropuerto, pero también fortalezas como el desarrollo tecnológico puntero en sectores muy específicos”. En ese sentido, defendió la necesidad de adaptar las soluciones al territorio: “No todo vale en todas partes. Aquí, por ejemplo, el consumo de agua en la agricultura es un tema central”, reflexionó.
Desde la administración pública, Jorge Martínez presentó el proyecto “Málaga no caduca”, una iniciativa pionera que reconfigura el sistema de recogida y redistribución de alimentos preparados. “Vamos a recuperar más de 300 toneladas de comida al año que antes se tiraban. No solo seco o fresco, sino también producto elaborado”, explicó.
El proyecto se articula a través de un modelo de contrato de impacto social, una fórmula innovadora que combina inversión privada, evaluación científica y compromiso institucional. La Universidad de Málaga actúa como evaluador independiente, mientras que el retorno económico solo se activa si se alcanzan los resultados pactados. “Esto rompe con la lógica tradicional de la administración centrada en la actividad y no en el resultado. Es un cambio de paradigma”, señaló Martínez.
Además, recalcó que la provincia cuenta con todos los elementos para convertirse en referente: voluntad política, capacidad científica, agilidad administrativa y un ecosistema tecnológico en expansión. De hecho, “Málaga no caduca” ya ha recibido un distintivo europeo de sostenibilidad y aspira en los próximos meses a un reconocimiento mundial.
Desde el sector privado, Sigfrido Molina ofreció una perspectiva pragmática y entusiasta. Su empresa, Sigfrido Fruit, ha incorporado la sostenibilidad como eje estratégico. “Tenemos un plan a 2030 con objetivos medibles. El 60-70% del consumo de nuestras instalaciones procede de energía solar, y en los campos solo usamos riego localizado. Hoy mismo, nuestras instalaciones han evitado emitir casi 200 toneladas de CO₂”, compartió.
Molina no solo defiende el impacto ambiental de estas medidas, sino también su impacto económico: “Ser más sostenibles nos hace más competitivos. Ahorra costes, mejora relaciones con proveedores y clientes, y aporta valor de marca”. Entre otras acciones, destacó el uso de aguas regeneradas en agricultura, el empleo de vehículos eléctricos y la apuesta por materiales reciclados. “La conciencia social ha sido clave, pero también el análisis de datos: al crear un cuadro de mandos hace unos años, vimos que había mucho margen para mejorar”, compartió.
El CEO de Sigfrido Fruit se mostró convencido de que Málaga “ha dado pasos de gigante” en los últimos cinco años y que el cambio no es una moda: “Hoy, cualquier empresa que quiera tener futuro necesita invertir en sostenibilidad. No porque lo imponga Europa, sino porque es lo justo”.
El encuentro cerró con una reflexión común entre los tres ponentes: la sostenibilidad no es un reto aislado, sino un marco de actuación que atraviesa todos los sectores. La inteligencia artificial, entre otras tecnologías, tiene el potencial de convertirse en el próximo gran disruptor también para esto. Y Málaga, cómo no, también quiere estar ahí al pie del cañón.