
El Sanatorio del Socorro, en el cruce de las calles Valle Inclán y Pérez Lugín en A Coruña.
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El Socorro de A Coruña: sanatorio histórico y silueta fantasmal de Ciudad Jardín
Hace casi un siglo empezó a construirse el edificio sanitario encargado por la familia Ponte Ferreiro, un bloque con apariencia de mansión encantada que atendió a enfermos con secuelas de la Guerra Civil, tuberculosos y niños con problemas cognitivos hasta su cierre a finales del siglo XX
Más sobre el edificio de Ciudad Jardín: El Sanatorio del Socorro de A Coruña, un icono de la arquitectura de los años 20
Hay una casa en Ciudad Jardín, en A Coruña, que en tardes oscuras y con el cielo cubierto tiene la apariencia de una de esas casas que el cine, la televisión y la cultura popular han convertido en mansiones encantadas, hogar de fantasmas, edificios que esconden hechos macabros. Nadie vive ahí, aunque pertenece a una familia que muy cerca tiene su domicilio. Su aspecto no ha cambiado en las últimas décadas, ni siquiera el deterioro de su aparente abandono es grave. En uno de sus muros tampoco han cambiado, permanecen imborrables, las letras que dan nombre a la casa: Sanatorio del Socorro.
En Ciudad Jardín, exclusiva zona residencial con más de un centenar de viviendas, la mayor parte unifamiliares, no hay tiendas donde los vecinos puedan comprar; solo un asador, un convento (el de las Siervas de María), las instalaciones de Aspronaga, dos colegios (Compañía de María y Hogar de Santa Margarita) y una escuela infantil, un inmueble que usa Telefónica y tres edificios sanitarios: la Maternidad HM Belén, el Hospital HM Modelo y el antiguo Sanatorio del Socorro. Junto a la verja de su entrada principal una placa muestra un nombre más familiar: Villa Pilar.
Alguna luz en la entrada y vehículos aparcados entre el edificio y los muros que protegen la propiedad en el cruce de las calles Valle Inclán y Pérez Lugín son las únicas señales de uso que los dueños dan a la casa, cuyas obras comenzaron hace casi un siglo. Tras las ventanas frontales y traseras y las galerías de los dos laterales caen viejas cortinas blancas, alguna persiana cubre la mitad del marco y postigos también blancos tapan la visión del interior.

Detalles de la balaustrada, galería y balcón del Sanatorio del Socorro.
La singularidad del edificio, protegido en el ordenamiento urbanístico de A Coruña, el volumen que le confiere su ubicación aislada en la parcela de la esquina y el estilo ecléctico de su diseño arquitectónico crean en torno al viejo sanatorio, por su abandono, una atmósfera siniestra que en la imaginación más fantasiosa viste la casa de morada de fantasmas o de lugar maldito.
Este de Ciudad Jardín llegó a estar en el mercado inmobiliario hace unos años. El portal en internet que lo ofrecía indicaba que su conservación era buena pero necesitaba "mejoras estéticas" y pedía, con posibilidad de negociar, 45.000 euros de renta mensual a cualquier futuro inquilino que quisiera dotarlo de una nueva utilidad.
Las secuelas de la guerra y otros enfermos
Cada casa tiene su historia. La del Sanatorio del Socorro comienza en los años veinte del siglo pasado con el encargo que el doctor Francisco Ponte Ferreiro, propietario de la parcela, hizo al arquitecto Eduardo Rodríguez Losada, autor, entre otras, de la Casa Escariz (1925-1930) en la plaza de Pontevedra, la Casa Ameixeiras (1925) en la plaza de Lugo y Villa Felisa (1924), también en Ciudad Jardín.

Imagen del antiguo Sanatorio del Socorro, de los años 60 del siglo pasado.
A finales de 1926 empezaron las obras de un edificio de 1.000 metros cuadrados con cuatro plantas en las que se repartían la recepción, las salas de consulta y espera, el quirófano y las habitaciones para enfermos de un sanatorio.
A partir de 1935, cuando acabó la obra inicial, se le añadió una zona ajardinada y en los años siguientes un garaje. Otros arquitectos (Santiago Rey Pedreira, Juan González Cebrián) emprendieron alguna reforma en el inmueble para proporcionarle mejoras técnicas en quirófanos y dormitorios, al tiempo que se incorporaban equipamientos más avanzados.
Los espacios interiores del Sanatorio Quirúrgico del Socorro son abiertos, el comedor y las habitaciones son amplias. Las fachadas presentan ornamentaciones sencillas, con una balaustrada sobre la cornisa en el frente principal, torreones y sillerías en las esquinas y galerías de huecos rígidos en los extremos. El conjunto, blanco y limpio, transmite sensación de calma e higiene, propicias en un ámbito urbano en el que la circulación es menor y no existe el bullicio de otros barrios.

Fachada lateral con ventanas y galería del Sanatorio del Socorro.
"El edificio tiene precedentes sanitarios en Suiza, en localidades como Davos, con sanatorios a los que iban a curarse o simplemente a descansar familias con ingresos altos a causa de enfermedades causadas por la ciudad. Estas construcciones encajan en una corriente higienista de la arquitectura concebida para curar a las personas, con espacios amplios y blancos que transmiten esa higiene", explica la arquitecta Nuria Prieto, colaboradora de Quincemil.
Entre los pacientes que el Socorro empezó a atender había heridos de la Guerra Civil y la posguerra, muchos de ellos con secuelas psicológicas. Epidemias de enfermedades como la sífilis o la tuberculosis propiciaron también el ingreso de pacientes, así como, más adelante, niños con problemas cognitivos. Ponte Ferreiro, "cirujano por oposición del Hospital Municipal", fue su director, y religiosas prestaban cuidados a los enfermos.
Desuso, cierre y futuro
Ciudad Jardín no tuvo solo un sanatorio donde sus usuarios pudieran contar con la atención debida. Después de la inauguración del Socorro llegaron las del Sanatorio Quirúrgico Modelo (1944) de los arquitectos Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés y el Sanatorio Larrea (1945), de Vicéns Moltó, ubicado en el antiguo Centro Español de Nuevas Profesiones.
El Sanatorio del Socorro dejó de ofrecer servicios a finales del siglo XX, cuando otras instalaciones sanitarias absorbieron parte de los pacientes que en años anteriores ingresaban en Ciudad Jardín. La familia Ponte Ferreiro ha mantenido hasta el presente la propiedad del inmueble, levantada con distinción y desgastada por la falta de uso en un cruce de calles del barrio, inalterable como un testigo de apariencia fantasmal de la historia asistencial de A Coruña.
Se desconoce si cuando se ofreció a la venta o alquiler hubo interesados en darle aprovechamiento al viejo sanatorio. ¿Qué futuro hubiera tenido? La singularidad estética del edificio y sus características habrían servido para una hipotética conversión en pequeño hotel o alojamiento. Su destino permanecerá en la incertidumbre.