La macroeconomía española goza de una salud aceptable. Crecimiento del PIB (cerca del 3% la mayor de las economías desarrolladas), bajada del paro (baja del 11% aunque es la mayor de la UE), aumento de las exportaciones, turismo galopante con precios altos e ingresos por servicios no turísticos al alza.
Los fondos europeos que empiezan a trasladarse al circuito empresarial, un déficit público menor del esperado, una recaudación de impuestos creciente, gasto público alto, pero soportable, gasto privado al alza y endeudamiento de empresas y familia moderado, población creciente via inmigración, deuda pública que crece en valores absolutos, pero se mantiene en relativos del PIB o baja un poco …
Todo presenta un panorama al menos tranquilizador. Eso dentro de una sensación internacional de incertidumbre por las políticas singulares de la presidencia de Estados Unidos.
Otra cosa es la microeconomía. El panorama no es alentador. Los salarios de la clase media y trabajadora no crecen al ritmo adecuado.
Los precios se han moderado, pero no bajan, salvo algunos ítems como la energía fluctuante o algunos alimentos estacionales, el coste de la cesta familiar está por los cielos. La vivienda en compra y alquiler escasea y está carísima.
Las desigualdades de renta crecen a pesar de las llamadas políticas sociales del Gobierno
La brecha de la renta per cápita española respecto a la europea crece un 37% respecto a la europea desde que gobierna Sánchez. Pasó de 2700 euros en 2018 a más de 3.700 euros en 2023 y más en 2024.
En términos comparativos con Europa somos más pobres cada año. Las desigualdades de renta crecen a pesar de las llamadas políticas sociales del Gobierno. Seguimos teniendo un índice de pobreza infantil alto, etc.
Por si fuera poco, esta clase media y trabajadora es la que soporta los ingresos fiscales crecientes. El IRPF y las cargas sociales al trabajo, más el IVA con precios altos, producen una expropiación fiscal que la empobrece.
El Gobierno habla mucho de aumentar la tributación de las grandes fortunas. Un tema más demagógico que eficaz. Por eso la desigualdad de rentas, en lugar de descender, crece.
A pesar de esta situación microeconómica hay una cierta paz social. Hay colectivos que se encrespan y manifiestan en la calle, sin que la sangre llegue al río.
Da la impresión de que es imposible un consenso mayoritario en este marasmo político institucional.
Sin embargo, la opinión publicada presenta un panorama político encrespado. La visión que los medios dan es compleja cuando menos.
Las comunicaciones entre el Gobierno y la oposición cortadas y enconadas. El parlamento dividido en dos bloques irreconciliables.
No sólo es un tema de partidos o fuerzas políticas. Las instituciones del Estado desconfían unas de otras. El Ejecutivo no se aviene con casi la mitad del Congreso y la mayoría del Senado. El poder judicial se cree acosado por el Gobierno y viceversa.
Las mayorías en las Comunidades autónomas no se compadecen con la política del Gobierno. Da la impresión de que es imposible un consenso mayoritario en este marasmo político institucional.
Por ejemplo, no es posible aprobar unos presupuestos generales. Sin ellos no hay política económica sensata y previsible. Podríamos tener una tercera o cuarta prórroga.
La realidad es que, si la macro va bien, con otro panorama político la economía de España se dispararía
Algo inconcebible en una situación normal en una democracia europea en la que esta situación hubiese llevado a una disolución de las cámaras y convocatoria de elecciones.
Ante ello, el presidente de Castilla-La Mancha, Sr. Page, miembro del PSOE, parece que se ha cansado. Pide elecciones anticipadas, como lo hace el Sr. Feijóo del PP.
El primero pide despejar el horizonte político antes de las elecciones autonómicas y locales próximas. Quiere evitar que se reproduzca la debacle electoral que quitó casi todo el poder territorial al socialismo.
El presidente del PP también pide elecciones porque las encuestas ahora le son favorables.
La realidad es que, si la macro va bien, con otro panorama político la economía de España se dispararía. El PIB sobrepasaría el 3%, el paro bajaría del 10% y los salarios crecerían aliviando a la mayor parte de la ciudadanía. Incluso una bajada de impuestos con una subida del trabajo produciría una mayor recaudación fiscal.
En resumen: hay que desatascar la política, para que fluya más la economía. España está en un momento dulce para crecer en cantidad y calidad. Eso es: ¡elecciones ya!
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.