Antxon Alonso no sale en las fotos. No se deja ver en los mítines, no figura en las crónicas de los consejos de administración, no visita las plantas nobles de las sedes de partidos ni le esperan los periodistas a las puertas del juzgado. No tiene perfil en LinkedIn ni concede entrevistas. No hay una imagen suya que no sea una captura desenfocada. Pese a todo eso —o justo por todo eso—, fue a él a quien el PSOE llamó cuando necesitaba tender puentes con el mundo abertzale. Como un tapicero fino, Alonso se encarga de colocar el terciopelo sobre los clavos del pacto. A veces en Geroa Bai, a veces en EH Bildu. Su nombre no aparece en las notas de prensa, pero está ahí desde el principio.
"No es del PSOE, pero tiene una relación muy intensa. Cuando Santos Cerdán tenía algún problema con el mundo nacionalista vasco, llamaba a este tío", resume un veterano del PSN que convivió con Cerdán en la dirección del partido. Más aún, "ayudó con la moción de censura en 2018 [Sánchez contra Rajoy] en el Congreso y la de 2023 [Asiron contra Ibarrola] en Pamplona. Fue uno de los primeros en desengrasar la relación con los abertzales", recuerda. Su papel no era formal ni oficial. "Pero cuando había lío, Santos lo llamaba de fontanero".
Esa es, de hecho, la palabra que más se repite: fontanero. Aunque a estas alturas, quizá sería más acertado hablar de un contratista general de confianza.
El caso Koldo lo ha puesto en el centro de una madeja de contratos públicos, empresas pantalla y relaciones políticas que conectan Pamplona, Madrid y algún despacho de San Sebastián. Alonso, constructor de profesión, figura como socio de Koldo García en una cooperativa llamada Noran y como administrador único de Servinabar, una desconocida empresa navarra que ha logrado contratos por más de 100 millones de euros, algunos con fondos europeos.
Esta sociedad aparece siempre vinculada en UTE con Acciona, siempre en Navarra, y ha sido adjudicataria de seis contratos llamativos: la reforma del Navarra Arena (2017), el Archivo General de Navarra (2018) o el túnel de Belate (2024) —la obra viaria más costosa de la historia de la región—, las obras del colegio público de Arbizu (2018) y dos promociones de viviendas protegidas en Erripagaña, 62 en 2018 y otras 46 en 2022. La empresa está siendo investigada por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) por transferir 3.000 euros a las cuentas de Koldo García y su mujer, Patricia Uriz, durante sus años de mayor actividad.
Hasta entonces, su presencia había sido más discreta. Algunos lo recuerdan como el "enlace de confianza" entre Santos Cerdán y Arnaldo Otegi, con quien comparte lugar de origen (Elgoibar, Guipúzcoa). Los tres, dicen, se conocen de hace tiempo.
Servinabar 200 SL es un ejemplo de lo que su figura representa: opacidad, eficacia y desconcierto. Una compañía que pese a su modesta estructura—con apenas nueve empleados—ha logrado adjudicaciones públicas por valor de más de 100 millones de euros y ha logrado situarse en el centro del mapa. También en el mismo centro de Pamplona, para extrañeza de todo el mundo.
La sociedad compartía proyectos con firmas mucho más grandes y participó en obras de relevancia institucional. Nadie en el sector entendía cómo lo había conseguido. Nadie sabía muy bien a qué se dedicaba. "Cuando uno ve cómo se mete en una UTE con Acciona sin que nadie haya oído hablar de su empresa… es para levantar la ceja", apuntan fuentes jurídicas relacionadas con la administración navarra.
Antes de las obras faraónicas, el recorrido empresarial de Alonso es igual de borroso. No tiene trayectoria pública conocida, ni currículum ejecutivo, ni participación en patronales, y sin embargo ahí está: en los papeles de la trama, en los informes de contratos millonarios, en los márgenes de cada negociación incómoda. La descripción más certera quizá la dio un exdiputado vasco: "Es como un ambientador. No sabes de dónde viene, pero de pronto todo huele mejor".
En el núcleo duro del PSOE, su nombre no siempre despierta simpatías. Algunos lo ven como un vestigio de otra época, de pactos hechos entre cafés y llamadas, de arreglos pragmáticos más que ideológicos. "Es útil", reconocen, "y sobre todo lo fue en esa época", en referencia a tender los primeros puentes con el nacionalismo vasco de izquierdas a finales de los 2010.
Pero la polémica sobre los contratos adjudicados lo ha convertido en un problema. En especial su relación con Koldo García, el exasesor de Ábalos a quien patrocinó en su época como aizkolari, ha puesto bajo sospecha su trayectoria como operador en la sombra. Tampoco está claro quién presentó a quién, ni si fue primero el huevo o la gallina.
Aun así, Alonso siempre cae de pie. Cuando en Navarra o el País Vasco hay que recomponer puentes con el nacionalismo, su nombre vuelve a sonar. Lo conocen en EH Bildu, lo conocen en el PSN, lo conocen en Geroa Bai. Pero no lo conocen en Madrid. Ninguna fuente parlamentaria de la capital consultada por este periódico dice saber nada de Alonso ni de sus actividades antes de que saltaran a los medios la semana pasada. Ni siquiera saltaron a la luz durante la mencionada moción de 2018, donde prácticamente todos los focos se centraron en Pablo Iglesias, Félix Bolaños e Iván Redondo. Incluso Santos Cerdán pasó relativamente desapercibido.
En 2023, volvió a hacer de engranaje invisible. Esta vez en Pamplona. Las mismas fuentes aseveran que tuvo un papel en la moción de censura de Joseba Asiron (EH Bildu) contra Cristina Ibarrola (UPN) con el apoyo del PSN. Aquello se organizó en una comida entre concejales socialistas y abertzales en un restaurante de la misma calle donde está la sede de Servinabar, en el centro de la ciudad. No obstante, este periódico no ha podido confirmar que Alonso estuviera presente ese día.
Sea como fuere, este es el último ejemplo del tipo de política que representa el constructor: pragmática, reservada y altamente eficaz. Nada de luz ni taquígrafos. Sólo llamadas, equilibrios y un resultado final que parece haber surgido por generación espontánea.
Su papel recuerda al de esos secundarios imprescindibles en las novelas de espías: los que no figuran en la portada, pero sin los que la trama no avanza. Alguien que sabe en qué puertas tocar y qué botones pulsar. Que nunca aparece, pero que siempre está detrás del foco.
Hoy, con las investigaciones abiertas y los contratos en revisión, Antxon Alonso está más expuesto que nunca. Justo lo contrario que podría desear un hombre como él.