
Mariano Vergara, junto al Museo Revello de Toro.
"La relación de los malagueños con su ciudad es ambivalente; decimos que es la mejor del mundo, pero la machaco"
"Con todos sus errores, De la Torre es el mejor alcalde que ha tenido esta ciudad nunca. La decisión que la tome él. Se nos olvida que Churchill ganó la guerra mundial con 80 años".
"La Plaza del Obispo, salvando la distancia, podía intentar emular la Plaza de la Señoría de Florencia. ¿Por qué está llena de esos toldos que parecen carpas de circos cutres?"
"El solar del Astoria no me parece el sitio más adecuado, ni para la Fundación ni para nada. Dejemos algo del pasado a la vista".
Mariano Vergara es historia viva de Málaga. A sus 75 años es abogado, escritor, gestor cultural y llegó a ser cónsul de Filipinas. Casi nada. Jesuita de formación se autodefine inconformista. Quizás por eso mismo mira a su Málaga con ojos enamorados, pero exigentes. El suyo es un análisis certero de lo que es Málaga y de lo que fue.
Cuando le pregunté por un lugar donde quería que nos viésemos para esta entrevista, inmediatamente me citó en la plaza de la higuera del Museo Picasso…
Porque me parece un espacio vacío. Pero siendo un espacio vacío implica mucho. Esos paneles blancos, la piedra, el enchinado. Todo está muy bien conjugado con la belleza de la higuera.
Cuando hace muchos años estábamos empezando el tema de las obras del Picasso, Richard Gluckman me dijo que el mantenimiento de la higuera era indispensable. Ahí empezamos a entendernos muy bien y le tengo un especial cariño a esa plaza.
La relación de los malagueños con su ciudad es ambivalente. Decimos Málaga la bella, que Málaga es la mejor del mundo, pero luego, si puedo, la machaco.
Cuando un señor como Gluckman te dice que no ha visto en todo el mundo un lugar donde, en vertical, haya 3.000 años de historia del arte. A mí eso no se me había ocurrido.
Pero es que en horizontal, en Málaga tienes el neoclásico, los árabes, los romanos, los bizantinos... Miras la Plaza de la Merced, con el obelisco de Torrijos, la lucha por la libertad, Málaga es la primera en el peligro de la libertad.
Se conjugan muchísimas cuestiones que son las que en definitiva han conformado la ciudad. La burguesía que vivía en las Casas de Campo, en la calle Álamos... No nos damos cuenta de que esto cualquier ciudad lo vendería de forma brutal.
Y Málaga no lo hace.
Y Málaga no lo hace. Málaga vende el clima, vende que tiene muchos museos, pero sin darle la significación que tienen esos museos. Aquí donde estamos (calle Afligidos), hay mucha gente que está en contra de que el Museo Revello de Toro esté en la casa natal de Pedro de Mena. Creo que no se exprime todo lo que la ciudad lleva dentro.
Entonces, nos limitamos a tiendas de souvenirs espantosas. Salvo alguna que hay en el Palacio Salinas, Temporánea, que es una joyita. En general, el comercio de la ciudad…
Hablamos de una ciudad cuya razón de existir es el comercio. Desde hace 3.000 años... ¿Por qué tienen un comercio tan, tan...? En la calle Larios, quitando dos gloriosas joyerías y una relojería brutal suiza, el comercio es de bragas y de calzoncillos.
"Richard Gluckman me dijo no había visto en todo el mundo un lugar donde, en vertical, haya 3.000 años de historia del arte. Cualquier ciudad lo vendería de forma brutal".
Algunos dirán que son los nuevos tiempos.
Sin duda. Pero veo que otras ciudades se defienden mejor. A mí me encantan los toros. Estuve un día en la Feria de Sevilla, en la corrida de Juan Ortega. Cuando terminamos nos quedamos a comer algo.
Estuvimos en un sitio casi sin buscarlo. Pero qué difícil es tapear en Málaga. Sé que son sociedades con las que no tenemos nada que ver. Pero conservemos un poco de nuestra forma de vida de siempre. Ves esas franquicias, en las que hay colas a mediodía. Luego entras y entiendes que sea tan barato, porque te dan basura. A lo mejor me levanto muy crítico.

Mariano Vergara posa junto a la higuera del Museo Picasso.
Pero es que, por ejemplo, la Plaza del Obispo, salvando la distancia, podía intentar emular la Plaza de la Señoría de Florencia. ¿Por qué está llena de esos toldos que parecen carpas de circos cutres? Hay una pizzería a la que solo le falta poner las mesas en el atrio de la Catedral.
Esas cosas me sublevan. Aquí estamos siempre con los grandes proyectos, pero lo que hace realmente que una ciudad sea europea es que no haya cableado aéreo, que cuando se cierra una tienda se retiren las marquesinas y no se deje que se oxiden hasta la eternidad… Aquí no se cuidan las cosas.
El Ayuntamiento hace el pino por la limpieza de la ciudad. En Semana Santa, he visto cómo pasaba el último trono y ya estaban las máquinas limpiando y baldeando a presión. La rampa esa que ponen en la entrada de la Catedral, que es un espanto, empezaron a quitarla el viernes santo por la noche cuando pasó, cuando entró la última.
Hay cosas que funcionan muy bien, pero es que el malagueño, como todos los pueblos mediterráneos, es muy guarro. Marsella, Nápoles, Atenas, Palermo, Catania… El ciudadano quiere mucho su ciudad, pero, puñetas, ¿por qué no la cuida como cuida su casa? Hay que enseñar a la gente.
Pese a eso que dice, Málaga es una ciudad de mucho éxito.
Brutal. Pero es un éxito que no sé yo. Aquí mucha gente está ganando mucho dinero con los apartamentos turísticos. Ahora el Ayuntamiento ha dado un primer paso para decir hasta aquí hemos llegado. Yo vivo en un bloque donde hay varios apartamentos turísticos y algunos sin declarar.
Yo no soy antiturista, porque esta ciudad come del turismo y del parque tecnológico. Esto lo que dijimos hace muchos años unos cuantos idiotas. Y digo idiotas porque es lo que nos llamaban. La única forma de salir adelante era el turismo o las nuevas tecnologías.
Que Málaga ha cambiado radicalmente, de acuerdo; que Málaga hoy en día es una ciudad absolutamente atractiva. Creo que es de las tres más atractivas que hay en España. Que aquí da alegría vivir, por supuesto. Que la gente es absolutamente abierta y simpática y te ayudan. Lo que pasa es que soy muy perfeccionista y creo que eso es lo que nos ocurre.
"Hay cosas que funcionan muy bien en Málaga, pero es que el malagueño, como todos los pueblos mediterráneos, es muy guarro. Marsella, Nápoles, Atenas, Palermo, Catania… El ciudadano quiere mucho su ciudad, pero, puñetas, ¿por qué no la cuida como cuida su casa?
Antes hablábamos del Museo Picasso. ¿Representa el antes y el después de la transformación de la ciudad?
Sin duda. El día que se inauguró el Picasso y vi aquella colección bestial de obras de Picasso que trajeron para la inauguración. La cadena siguió con la llegada del Thyssen, que fue muy importante.
El Museo Ruso, para mí, era el mejor que había en la ciudad. No solo por el edificio, que es maravilloso, sino porque, ¿cuándo íbamos a ver algo que no se ha visto de Varsovia para acá, o de Berlín para acá?
Por ejemplo, la exposición sobre los Romanov o sobre el realismo soviético. Conozco mucha gente de Madrid que venía en el AVE por la mañana, iba al Ruso, comía y se volvía para Madrid. La pérdida del Ruso ha sido brutal para la ciudad. Algún día el Ruso tiene que volver a ser.
Vivimos tiempos tremendos, sin darnos cuenta, porque ya nos hemos acostumbrado a todo. En plena Europa del siglo XXI un país agrede a otro, el pánico nuclear te hace que aceptes el chantaje de la invasión.

Mariano Vergara, en un momento de la entrevista.
Hace unos días le preguntaban al alcalde sobre el futuro del Ruso.
Lo que pasa es que te pones a nivel internacional y ves lo que hay en Moscú y lo que hay en Washington. La gente no sabe ni cómo se llama el primer ministro inglés. ¿Y el canciller de Alemania? Se sabe quién es Meloni porque ha puesto a Italia a trabajar.
Me lo dicen amigos de Milán, que son de izquierda. Los portugueses han arreglado ahora, de forma bastante decente, un problema muy similar al que tenemos aquí con la corrupción.
Estamos en un momento en que la gente lo que quiere es que la dejen en paz. Y eso es terrible. Porque la vida o es lucha o es un sestear. A ver si el Málaga se mantiene.
Eso es lo que preocupa al ciudadano de a pie.
Sí, a ver si Alcaraz llega a ser como Nadal o no, si el Real Madrid consigue salir de esta crisis inexplicable.
A usted, jesuita de formación, ¿le gusta el nuevo papa?
Me gusta mucho. No me gustaba el papa Francisco por dos razones. Una es por su forma. Soy creyente, aunque mal católico. Si eres católico, apostólico y romano esperas otras cosas. Es decir, el papa tiene que hablar no solo de este nivel hacia abajo, sino también de este nivel hacia arriba. Porque si no, la religión no tiene sentido.
Yo estuve 14 años con los jesuitas, nueve en San Estanislao y cinco en Loyola, en Granada. El nivel intelectual de los jesuitas era tan alto que cuando empezamos a oír hablar de Francisco, decíamos, no puede ser. El nuevo papa va a ser tan radical como Francisco, pero además, ha marcado las distancias desde el primer día.
Y las formas son, para mí, importantísimas. Usted no ha hecho ningún mérito por llevar unos zapatos viejos. A algunas personas eso les impresiona mucho. A mí me da igual el color, la marca, pero prefiero que el papa aparezca como apareció este. Tengo mucha esperanza.
Quizá se produzca una coincidencia casi milagrosa de que reúna en sí lo mejor de los últimos papas. De Juan XXIII, de Pablo VI, de Juan Pablo II. Va a arrastrar masas. es un hombre que ha estado 20 años en Perú, con la miseria de Sudamérica en el campo, y, al mismo tiempo, ha estado dos o tres años en el dicasterio de los Obispos de Roma. Es decir, se sabe el entramado que hay y no le va a engañar ninguno un obispo de Treviso.
Quiero preguntarle sobre usted. He leído una pequeña referencia biográfica y dice que nació hace muchos años, pero sin precisar su edad. ¿Le gusta guardar el secreto?
Tengo 75 años.
Decía que haber nacido en La Caleta imprimía carácter. ¿Por qué exactamente?
La Caleta era un sitio que no tenía nada que ver con La Palmera de Sevilla. Ni con el barrio Salamanca de Madrid. En La Caleta hacías, literalmente, lo que te daba la gana. Y nadie se metía en tu vida.
Yo tenía una pandilla muy hippieta, muy de los Beatles y eso. Nos íbamos por Europa en los interrailes. El simple hecho de que las casas estuvieran normalmente amuebladas de estilo inglés, no francés, implica que lo que se buscaba era el confort.
Claro que había gente que tenía mucho dinero para tener una cómoda de Bull o tener un mueble de Luis XIV o Luis XVI. Pero lo normal era tener sofás de telas cretonas inglesas y muchos libros.

Mariano Vergara posa en el callejón que da acceso a la plaza de la higuera del Museo Picasso.
¿Qué recuerda de aquellos años?
Teníamos una tata que nos cuidó a todos. Tiene más de 90 y años y la cabeza perfecta. Es una mujer admirable en todos los sentidos. Católica hasta decir basta. De pequeñita estuvo en la desbandá. Eso es algo que me contó hace cinco o seis años. Antes no se había atrevido y a mis padres nunca se lo contó porque decía que eran tan de derechas. Mi madre era tan de derechas pero muy rebelde.
En mi casa ocurrió una tragedia. Mi hermana mayor murió cuando tenía 5 años de meningitis tuberculosa. En España no había el antibiótico que necesitaba, lo traían de contrabando de Gibraltar. Eso es algo que nos afectó muchísimo. Mi madre cerró las verjas del jardín y nos dejó dentro.
Mi tata es una mujer tan extraordinaria. Se llama Dolores. Su familia era anarquista del campo. Me confesó que antes de bautizarse se llamaba Electra. Mi madre fue la que le enseñó la religión y se hizo catolicísima.
¿Cómo recuerdas aquella Málaga?
Recuerdo cuando empezaron a dejarnos ir al cine. Íbamos al Goya, al Venice, al Echegaray. Recuerdo la vida en el colegio de los jesuitas. Y hago mía la frase de Ortega y Gasset, cuando dijo: "Viví en un mundo de luz".
El colegio era un mundo de luz. A mí me enseñaron con 15 y 16 años quién era Alberti, quién era Lorca, por qué había muerto Lorca y quién era Marx. A nosotros nos enseñaron los principios fundamentales del marxismo. Sabía quién era Nietzsche. Estudiábamos latín y griego, Historia de España, Historia Universal.
Es verdad que la disciplina era férrea, pero a mí no me pusieron la mano encima. Ni para lo malo. No recuerdo ni un solo caso de pederastia en mis años en el colegio.
Usted ha sido abogado, articulista, gestor cultural, cónsul de Filipinas…
Exactamente. Y vicepresidente ejecutivo de Unicaja, cuando era caja.
¿Cómo recuerda esa etapa en Unicaja? Usted estuvo con Braulio Medel.
Sí, sí. Tuve una relación muy buena. Tenía un carácter bastante complicado, pero le demostré desde el principio que no aspiraba a ser presidente. Nos entendimos muy bien en ese sentido.
Cuando me hicieron consejero no tenía muy clara la diferencia entre una caja y un banco. Empecé a estudiar toda la legislación de Cajas de Ahorro y lo primero que vi es que no había accionistas.
Creo que la desaparición de las cajas en España ha sido una auténtica barbaridad, un sinsentido. Que algunas cajas estuvieran absolutamente corrompidas o en manos de verdaderos atracadores…
"La desaparición de las cajas en España ha sido una auténtica barbaridad, un sinsentido. Que algunas cajas estuvieran absolutamente corrompidas o en manos de verdaderos atracadores…"
En los años de la crisis inmobiliaria, siempre se puso como ejemplo positivo a Unicaja.
Parecía que el dinero era de Medel. En aquellos años llegó una nota del Banco de España, confidencial, para que no se financiara la compra de suelo para segundas residencias. Pero nosotros no lo habíamos hecho nunca. Otras cajas andaluzas sí financiaban segundas residencias y viviendas turísticas en la Costa del Sol a punta pala.
¿Cree que se fue injusto con Medel?
Es verdad que tenía una forma de ejercer el poder tan personalista… Y los tiempos habían cambiado. Había que hacer las cosas de otra manera.
Usted también estuvo al frente de la Fundación Unicaja. En los últimos meses se ha hablado de la intención del Ayuntamiento de Málaga de ceder el solar del Astoria.
Me acuerdo perfectamente cuando se inauguró el Astoria con una película que se llamaba South Pacific. Recuerdo que era un cine magnífico. Ahora estoy fuera de todo eso, pero no me parece el sitio más adecuado, ni para la Fundación ni para nada.
Yo he bajado al solar con los arqueólogos ahí está el palimpsesto de la historia de la ciudad. Siempre ha habido comentarios de que debajo del obelisco de Torrijos puede estar el anfiteatro. Pero se ha pensado en lo que es el Neo Albéniz, el túnel, el hotel de Piqué y ¿ahora ponemos aquí en medio un edificio? Dejemos algo del pasado a la vista.
¿Dejaría esa parcela como está?
Haciendo un parque arqueológico. Es lo mismo que cuando se construyó la Casa de la Cultura, porque ya se sabía que ahí abajo estaba el Teatro Romano y hubo que echarla abajo cuando nos dimos cuenta del disparate que se había cometido.
A finales de 2021 usted y yo tuvimos una conversación. Le pregunté por si el alcalde, Francisco de la Torre, se iba o no a presentar a las elecciones municipales de 2023. Me dijo que sin que Rosa Francia se enterara, su recomendación era que lo hiciese. A dos años de los comicios de 2027 ¿se lo volvería a recomendar?
No lo sé. Últimamente me ha dado un abrazo y Paco está 20 veces más fuerte que yo. Solo voy a decir que con todos sus errores, es el mejor alcalde que ha tenido esta ciudad nunca. La decisión que la tome él, porque es un hombre sensato y juicioso. Es que se nos olvida que Churchill ganó la guerra mundial con 80 años.
Cuando me siento un poco deprimido, tengo varios gurúes a los que acudo, Los salmos, las meditaciones de Marco Aurelio y, a veces, el discurso de Churchill diciendo ‘We will never surrender’.
Le tengo un verdadero aprecio personal al alcalde. A mí me gustaría que esta ciudad se pareciera más a las ciudades de Europa un poco más al norte. A Burdeos, a las ciudades del interior de Francia, a las ciudades de Alemania. Pero no cabe la posibilidad porque tenemos caracteres muy diferentes.
Otro de los temas de los que hablamos años atrás fue el de la Torre. No le convencía. ¿Ahora tampoco?
No me gustaba la torre aquella. Bueno, la ubicación, por supuesto, pero el proyecto no me gustaba nada. Este proyecto no lo sé porque no lo hemos visto.
Nadie lo conoce realmente todavía. Solo sabemos quién lo firma.
A mí es un arquitecto que me parece maravilloso, pero el otro día leí una entrevista que me indignó porque me pareció el colmo de la hipocresía británica. Se va a vivir a Galicia, al lado de una ría, que la única entrada que tiene su casa es por su propio carril.
Y de ahí no se puede entrar a la playa nada más que por su casa. Dice que defiende lo sostenible, pero que si luego tiene que hacer algo en Dubái o en Abu Dhabi. Nos pone al mismo nivel que Abu Dhabi.
No soy anti torres para nada. Pero mi modelo de ciudad es una ciudad humana, una ciudad donde la gente pueda sentarse tranquilamente. Por eso defiendo el modelo antiguo de los cafés, de las tiendas.